Humanizar el modelo energético




LA ENERGÍA es un tema que habitualmente se aborda desde un punto vista técnico y económico, y es natural utilizar el lenguaje de la ingeniería, el mercado y la regulación, en la normalidad y en la emergencia ¿Cuál es el monto de las compensaciones? ¿Cuánto arriesgan las empresas en multas? ¿Quién es responsable de podar los árboles? ¿Cuánto costaría soterrar el tendido eléctrico? Y las respuestas se formulan en función de conceptos y cifras técnicos: kW/h; dólares por kilómetro de tendido; costo de racionamiento; horas de no suministro, etc.

Pero para explicar la frustración de una madre que no puede preparar comida caliente a sus hijos, el lenguaje técnico no alcanza. Y noticias como que las empresas podrían sufrir millonarias multas poco ayudan a aliviar la desazón de no poder calefaccionar la casa en una de las semanas más frías de los últimos años.

Pareciera que existe una desconexión entre lo que la energía representa para las personas y la conceptualización de la respuesta que hemos construido como sociedad.

El sector energético se ha desarrollado de manera notable, desde las prioridades iniciales de cobertura y costo, hasta la sostenibilidad que se discute hoy. Estos pilares han creado un mercado eléctrico maduro, pujante y siempre en renovación.

La energía se ha vuelto una de las actividades con mayor inversión en nuestra economía, incluso superando a la minería en el año 2015. Sin embargo, la última nieve en Santiago nos recuerda que cuando nuestro modelo de desarrollo energético falla, lo puede hacer de manera igualmente espectacular.

Si el problema de fondo no es el viento, ni la nieve, ni el cable aéreo (en Punta Arenas, que no tiene red soterrada, estarán diciendo: "¡Ah, estos santiaguinos no saben lo que es nieve!"), y si no estamos dando las soluciones para que la ciudadanía se sienta realmente protegida, entendida y dignificada, quizás es necesario buscar inspiración en otras áreas de la sociedad.

La iniciativa Wehab (ONU 2002) establece que "aunque la energía no es una necesidad humana básica, es crítica para la satisfacción de todas las necesidades". Por su parte, el acceso a la energía eléctrica "se encuentra bien establecido dentro del marco de referencia de los Derechos Humanos" (The Human Right to Access Electricity, S. Tully, 2006), como atributo implícito el derecho a un desarrollo sostenible y vivienda adecuada, o en forma explícita, en el contexto de eliminar la discriminación contra la mujer. Se ha probado que las mujeres y los niños son los más afectados ante la carencia de suministro eléctrico.

El acceso al suministro eléctrico es fundamental para el desarrollo y la dignidad de la persona y su carencia no debiese entenderse como la simple falta de un bien de consumo, que puede ser compensado después.

Entender el suministro eléctrico dentro del marco de los derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas, que todos los estamentos de la sociedad deben respetar y promover, pareciera ser una distinción mínima en un mercado que se encuentra altamente tecnificado. Pero nos permite -y también obliga- diseñar soluciones orientadas de forma explícita y empática con la ciudadanía y su bienestar final, redirigiendo nuestro accionar hacia un enfoque más proactivo que reactivo.

Así, por la sola existencia de un mercado y el sector privado, la sociedad no puede renunciar a su deber de proteger el acceso no discriminatorio y la seguridad de suministro eléctrico, tanto en la planificación de la operación y el desarrollo, como en la respuesta a emergencias y situaciones críticas.

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