A río revuelto




UN AÑO en política es mucho tiempo, solemos repetir. Uno de los primeros en verificarlo fue Sebastián Piñera, a quien hace algunos meses atrás dábamos por seguro candidato de la oposición y muy probable próximo presidente de la República; cuestiones ambas, más la segunda que la primera, que hoy parecen ponerse en duda. Tanto desde el oficialismo, pero también incluyendo importantes dirigentes de su sector, se han multiplicado las críticas por dos episodios vinculados a su histórica pulsión a confundir lo público con lo privado, lo que sumado a la mayor vigilancia de la prensa y el protagonismo de los fiscales, llevaron al propio Piñera a una reacción destemplada y estratégicamente poco pensada. A todo lo cual se suma el factor Guillier, quien ya lo alcanzó en las encuestas.

En la vereda del frente, es la irrupción de Carolina Goic lo que podría generar los mayores efectos. El primero fue ordenar a la disidencia interna de su partido (tanto la conservadora como la más progresista), sincerando una voluntad que hace rato se alimentaba en las huestes falangistas. A continuación, la inicial ambigüedad sobre si esta aventura es a primarias o directamente para la elección presidencial, parece funcional al propósito de recuperar al electorado más moderado, dando señales diferenciadoras, en un esfuerzo por recuperar algo de su identidad. Tercero, y ya que los más probable es que se compita al interior de la Nueva Mayoría, dicha decisión querrá permutarse por una mejora en la negociación parlamentaria del oficialismo y mayor peso relativo en la coalición. Por último, y siempre en el frente interno, esta decisión igual podría producir un quiebre en la DC, pequeño quizás, pero que se simbolizará en todos aquellos dirigentes, militantes y votantes de la Falange, que no están dispuestos a participar de un procedimiento eleccionario cuyo resultado se traduzca en el apoyo a Alejandro Guillier para los comicios de noviembre.

Pero el mayor damnificado con el anuncio de Goic es Ricardo Lagos, a quien se le estrechan todavía más los márgenes de maniobra, al punto que sus fronteras políticas pudieran quedar circunscritas a una pequeña baldosa. En efecto, si el continuismo "con rostro amable" parece estár monopolizado por Guillier, la nostálgica moderación señala el camino de la flamante candidata de la DC y la tradición socialdemócrata laica será oficialmente personificada por Insulza como candidato del PS, ¿qué y a quién termina representando el ex Presidente al interior del oficialismo? ¿A un PPD dividido, que quizás ni siquiera pueda proclamarlo como su candidato?

De hecho, y como si fuera poco, todo lo anteriormente descrito puede cambiar por la guillotina que se cierne este 14 de abril, fecha en que podría concluir la existencia legal de varios partidos políticos, al no cumplir el requisito del refichaje, quedando imposibilitados de acceder al financiamiento público y, todavía peor, no pudiendo presentar candidatos. Esa sí que es -como decía mi abuelo- la cueca en pelota.

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