Abercrombie & Hitchcock




Con el tiempo, John Abercrombie ha ido suavizando la mano, incorporando menos giros vanguardistas y, en definitiva, moderando su acercamiento a la improvisación y el desarrollo de los temas. En la elección de repertorio sigue predominando su composición por sobre los standards y las recreaciones: en este disco apenas asoma My melancholy baby entre un puñado de canciones nuevas. La relación con Hitchcock es bien acomodaticia: aprovecha los títulos de sus películas, pero no suele tener relación emocional con ellas. Donde se esperaba tensión e intriga, aparecen melodías convencionales y bellos giros armónicos. Abercrombie no muestra intenciones por releer esos clásicos o desafiar las bandas sonoras originales de Vértigo y Spellbound; simplemente, las usa como punto de partida, sin buscar un desarrollo ni menos un desenlace a lo Hitchcock.

Cualquier expectativa cinéfila que parezca truncada, se corrige con el excelente trabajo del cuarteto, viejos conocidos que se toparon en uno u otro grupo durante varias décadas de carrera. Lo esencial es el equilibrio entre la guitarra de Abercrombie y el piano de Marc Copland: si bien el primero solía jugar al frente, aquí comparte el protagonismo y se permite pasar a segundo plano en momentos impensados. Más aún, le deja a Copland incluir composiciones propias y abrir el abanico que antes le era exclusivo. Una vez más, da muestras de moderación y búsqueda de diálogo, donde antes había un líder y varios comparsas de primera clase.

Drew Gress (bajo) y Joey Baron (batería) también comparten algo del protagonismo del disco: aparte de ser un tándem rítmico incansable, sus improvisaciones enriquecen el valor melódico de cada canción y los distintos planos de sonido que afirman la mezcla. Baron suele usar sus platillos como camas atmosféricas al inicio de los temas; Gress no se hace problemas en doblar los fraseos del piano y la guitarra cuando el arreglo lo arrastra a esas zonas. De todas maneras, el disco no salta ninguna barrera y mantiene elementos muy convencionales (no abundan las improvisaciones "por fuera" ni las disonancias, tampoco las métricas complejas). Además de las citas a Hitchcock, aparecen títulos como Bacharach y un único standard, My melancholy baby. Aquí se produce el giro más inesperado y aplaudido: la canción se rearma a partir de retazos y apenas se reconoce el original entre tantas variaciones. Donde Abercrombie y compañía más se acercan a Hitchcock es justo en el título que menos se espera.

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