Alienígenas ancestrales




Nada de esto es real. No pasa realmente. Es una ilusión, una animación hecha en un sótano con una de esas máquinas imposibles de las que está llena la ciencia ficción más camp, algo que llega a verse coherente en su realismo y pobreza. Porque nada de esto sucede, es estúpido, está demasiado alejado del sentido común, solo puede ser una pesadilla idiota. Que haya sucedido en la tele lo vuelve falso, lo hace existir en otro planeta, lo despliega en otra dimensión. Una dimensión donde, sin ir más lejos, en La Hermandad, el experto en pseudociencias Hugo Zepeda sindica como una de las causas de la expansión del VIH en Chile al hecho de que haya clientes que les pagan a las prostitutas por tener sexo sin protección, algo que Álvaro Santi (otro vidente) parece suscribir. En el show, Zepeda mira a Santi y le hace un gesto de afirmación en una rancia complicidad masculina.

No. Eso no pasa, del mismo modo en que parece una fantasía lo de Chris McMillan y sus mensajes suicidas de madrugada, no pueden ser posibles. Pero la pantalla los muestra sin pudor, del mismo modo en que la misma McMillan exhibió antes el fracaso de su noviazgo, su fuga espiritual al extranjero, la aparición de su madre en los programas de farándula y su vuelta a Chile con un novio europeo. No. Eso no pasó. No es real, es una conspiración, un cuento romántico, un animé shonen; es algo irreal que la tele narró como verdadero, algo que fue contado a mitad de camino del morbo pero también de la parodia, como una fantasía de hielo frágil. McMillan dirá después que fue un hacker, que quieren hacerle daño.

Pero no, nada de eso pasó, no está pasando, es una mentira. Hay que verlo para darse cuenta que debe ser falso, que es falso del mismo modo en que sonó delirante el modo en que el periodista Álvaro Sanhueza se describió a sí mismo: el mejor notero de la televisión, el alma de los matinales, el hombre al que Luis Jara envidia. Sanhueza fue a El momento de la verdad y se confesó. Su familia lo miraba. Su padre incitaba al público a aplaudir, su mujer dijo que ella había disfrutado una vez que pifiaron a Jara. Porque todo parecía una broma calculada, una ilusión demente, una colección de verdades que uno no quiere escuchar porque entran en el ámbito de lo privado. Porque no, no puede ser cierto o no vale la pena que lo sea, aunque haya algo de drama en el hecho de que Sanhueza perdió los millones que había acumulado, falló cuando le preguntaron si quería volver a Mega. Dijo que no; la respuesta era incorrecta.

Porque como decían en los X-Files: esto no está pasando realmente; da demasiada vergüenza ajena, es una clase de intimidad no solicitada. Pero pasó, sucedió en el mundo falso de la pantalla; aunque no puede ser real, del mismo modo en que no es real que en el matinal del 13 tengan a un doctor llamado Ricardo Soto que recomienda beber cloro. El cloro no se llama cloro sino MMS y es una bebida que sirve para sanar enfermedades. Hasta las botellas que mostraba se veían truchas. Porque no es real el tal doctor Soto, no puede serlo, carece de lógica, es demasiado estúpido e irresponsable tenerlo ahí, colocar la dirección de su página web, darle tiempo en pantalla. ¿De dónde lo sacaron? ¿De dónde salió un personaje que dice que el cáncer "es el resultado de una vida de odio"? ¿Por qué lo siguen llamando? No hay respuestas porque esto no pasa, es una ilusión. Lo único real es que las alarmas se encendieron cuando se metieron el Colegio Médico y el ISP.

Posiblemente dé lo mismo, posiblemente el doctor Soto vuelva a la pantalla a promover algo peor. Porque nada tiene sentido. Mejor buscar en el cable Alienígenas ancestrales o algo parecido y enterarse que los vikingos chinos extraterrestres descubrieron América en naves espaciales que parecían pirámides. Pudo ser, tiene que haber pasado. Al lado de la tele chilena suena plausible, cercano, íntimo y realista.

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