Hombres maduros, panzones, canosos, a punto de franquear las puertas del Madison Square Garden rumbo a las calles de La Gran Manzana, lunes pasado, calurosa noche veraniega de luna llena. De pronto, algunos comienzan a aplaudir y vitorear. El bullicio aumenta en segundos y se transforma en un rugido masivo, como hordas en un episodio de Games of thrones dispuestas a atacar la ciudad. Es el efecto final, el último golpe de corriente tras las tres horas de concierto brindado por Rush, la gira que conmemora las cuatro décadas de la reverenciada banda canadiense. Promocionado como el último viaje a gran escala de Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart con el rótulo R40, se trata de un paseo en el tiempo en reversa. Visitan casi toda su discografía desde Clockwork angels (2012), hasta el rústico primer título timbrado en 1974.

Dividido en dos sets, el trío deja en segundo plano la espectacularidad habitual de sus montajes -aunque igual caben bombazos, rayos láser y llamaradas-, para concentrar el espectáculo más que nunca en la interpretación y los detalles que sus fanáticos atesoran al borde de la ñoñez. Solo al seguidor de Rush le interesan las marcas y modelos de instrumentos, y en ese ítem la gira es un gozo. Dato 1: Geddy Lee usa 26 bajos y Neil Peart dos baterías completamente diferentes.

Con 18 mil boletos vendidos, o sea, público hasta la última fila del Garden, Rush arrancó con The anarchist. Desde el primer segundo el sonido rondó la perfección y considerable volumen. La guitarra de Alex Lifeson quedó suspendida en un riff voluminoso y la gente levantó brazos y vasos (en el Madison se bebe sin problemas), como si saludaran a un comandante dando orden de combate. Luego entró la voz de Geddy Lee, el cantante y multiinstrumentista amado y odiado por su peculiar registro agudo, que con los años se ha desplazado hacia tonos más naturales sin perder el pellizco punzante, y la masa de decibeles no se detuvo. Los saludos fueron cordiales, pero nada de sentimentalismos ni palabrería extra por la celebración de cuarenta años de carretera y éxitos. Dato 2: solo The Beatles y The Rolling Stones superan a Rush en discos consecutivos de oro y platino.

Con la máquina del tiempo en marcha, siguieron canciones como Headlong flight, incluyendo un breve y mortífero solo de batería, y el instrumental The main monkey businees, la clase de corte que lleva a la pregunta de siempre: cómo sólo tres tipos montan tamaño sonido. A la altura de Roll the bones, la pantalla gigante mostró a celebridades como los actores Jason Segel, Paul Rudd y Peter Dinklage, y los rockeros Tom Morello y Les Claypool, haciendo el infame rap del tema. El remate llegó con Losing it, una crepuscular composición sobre el paso del tiempo y la pérdida de facultades, y el himno synth rock de los desadaptados, Subdivisions.

Ondas permanentes

Tras el intermedio donde las filas del baño de hombres eran interminables mientras el de damas lucía expedito, un nuevo video arrancó aplausos, en particular la aparición del actor Jerry Stiller y los chicos de South Park, que a la cuenta de tres dieron paso a Tom Sawyer, la canción más famosa del trío. Si el primer segmento electrificó el ambiente, la segunda parte transformó a la asistencia. La juventud regresó por un rato: el aire espeso como en festival hippie, y las butacas quedaron olvidadas. Dato 3: en un concierto de Rush el público suele tocar instrumentos imaginarios.

A continuación, manjar para fanáticos. El regreso de Jacob's ladder, el preludio de Hemispheres ("no dormiré en dos semanas por ese tema", diría más tarde un hombre haciendo fila para comprar poleras), el misterio de Cygnus X-1, Xanadu con su parafernalia de guitarras, bajos dobles y campanas tubulares, y selecciones de 2112, la suite metálica con la que el trío compró su pasaje definitivo a la autonomía creativa en 1976.  

Con los últimos acordes de Garden road, corte de los inicios que nunca grabaron, Rush dijo adiós y no se trataría de una treta publicitaria. "Todo termina el 1 de agosto (la última fecha en L.A.). Los muchachos están cansados y Neil quiere estar con su hija", comentó por la tarde Pegi Cecconi, ejecutiva del managment del trío. No descarta nuevos discos pero si las giras planetarias. También pesa la opinión de las familias después de 40 años. "Ahora que se van a retirar, queremos gozar a los nietos y viajar", es el deseo de Charlene, la esposa del guitarrista. En el escenario, los achaques de Alex Lifeson y Neil Peart (artritis y tendinitis respectivamente) desaparecen, mientras Geddy Lee aún corre, salta y canta como si deseara conquistar al mundo. Con Rush el tiempo aún puede detenerse.