Bachelet 2014-2018




Michelle Bachelet es hoy la Presidenta electa. Con cerca de 3,466 millones de votos y el 62,2% ha derrotado en una segunda vuelta a la candidata de la centroderecha Evelyn Matthei, que obtuvo 2,110 millones de votos, con el 37,8%. Y si bien el "fantasma" del abstencionismo estuvo presente durante toda la jornada, los aproximadamente 5,7 millones de electores que concurrieron a sufragar (con un muy bajo nivel de blancos y nulos), no sólo dejan la participación electoral en términos similares a las recientes municipales de 2012, sino que echan por la borda la tesis, de salón de poca monta, de la falta de legitimidad de su mandato. El que esta tesis haya sido rápidamente desechada es muy importante.

Si analizamos algunos números preliminares de hoy, destaca, en primer lugar, que Bachelet sumó cerca de 400 mil votos en relación a la primera vuelta (cuando llegó a 3,070 millones). Matthei, por su parte, sumó más de 460 mil. La primera fue capaz de sumar 210 mil nuevos votos en la Región Metropolitana; la segunda más de 183.000; la primera cerca de 48.000 en la V, la segunda 56.000. Un análisis detallado de estos números resultará relevante para analizar la eficacia con la que operaron las campañas a nivel regional.

También son relevantes los números anteriores para evaluar la capacidad de movilización de votos de las coaliciones si tomamos las primarias presidenciales, cuando, en números gruesos la centroderecha obtuvo sólo 800 mil votos, y hoy llegan a más de 2,1 millones; y la Nueva Mayoría pasa desde las primarias de poco más de 2,1 entonces a 3,4 millones hoy.

Bajo este escenario, los números globales –y los de Bachelet en particular– tampoco dan para descorchar champañas a destajo: la ciudadanía ha mandado una señal potente al sistema político de que requiere una oferta política más atractiva para concurrir a las urnas. Es cierto; podría sostenerse que la incertidumbre era baja, y la segunda vuelta fue poco competitiva, pero los dirigentes políticos, de todos los sectores, hoy debiesen acostarse con más inquietudes que certezas. No se trata solamente de cómo incentivar a los electores bajo voto voluntario –monetarios o no monetarios–, sino acerca de renovar la oferta política, y ello probablemente esté bastante asociado al número del carnet de identidad de los oferentes.

La señal del electorado de hoy debe ser muy bien leída por Bachelet y la Nueva Mayoría: si bien han obtenido una victoria contundente, y el respaldo obtenido en el Congreso en noviembre da mayorías amplias para sacar adelante una serie de reformas relevantes, el respaldo de hoy no tiene la masividad esperada y pareciera sensato y prudente, evitar aventuras solitarias que busquen esquivar una búsqueda proactiva de acuerdos en temas relevantes con la futura oposición de centroderecha; no sólo para darle estabilidad a las reformas en el largo plazo, sino hacerlo bajo un escenario que fortalece la gobernabilidad cuando el mandato de reforma es menos estridente del esperado.

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