Beneficio colateral




NO HUBO grandes novedades en los resultados de la última encuesta CEP. Pese al abuso del recurso del suspenso en el que incurrieron sus organizadores, las proyecciones son similares a las que ya mostraban otros instrumentos. Sebastián Piñera se consolida no como la mejor sino única carta en la derecha, Alejandro Guillier irrumpe como el aspirante más competitivo de la Nueva Mayoría, Lagos no logra moverse más allá de las iniciales cifras que arrojó su candidatura, y el resto de los aspirantes pululan en rangos que se mantienen dentro del margen de error de todas las encuestas. Si quizás el único dato que resulta más sorpresivo, al menos en lo que a la carrera presidencial se refiere, es la virtual desaparición de Marco Enríquez-Ominami de lo que podríamos llamar el cuadro de honor.

¿Qué explica el explosivo ascenso de Guillier?

Sin querer desconocer sus posibles otras virtudes, es este periodista quien más parece beneficiarse del profundo clima de desconfianza política y social que se consolidó en el Chile de los últimos años. En un ambiente donde cunde la distancia e incluso el desprecio hacia la elite dirigente -principalmente política, pero también económica y social- Guillier para muchos es una suerte de extranjero al mundo de lo institucional, cuyos modos y estética, pero principalmente la percepción de que se trata de un rostro amable y conocido, facilita la conexión con un conjunto de ciudadanos que reconocen su "vocación política" sin enrostrarle el lastre de la "profesión política". Alguien que, pese a ser senador, y del Partido Radical, no parece estar contaminado con la lógica y la práctica de "lo político". En un estadio generacional distinto, es similar a lo que ocurre con Gabriel Boric o Giorgio Jackson. La alta valoración de estos dos diputados se explica justamente porque se comportan como si no lo fueran, o al menos de una manera diferente a la imagen que los ciudadanos tienen de buena parte de sus parlamentarios.

Desde esa perspectiva, poco importa, al menos por ahora, que no tengamos gran claridad respecto de lo que piensa Guillier, cuál podría ser su programa de gobierno y quiénes serían sus principales colaboradores. Aquella es una preocupación relevante en la elite, pero no para muchos ciudadanos, donde el poder simbólico y subjetivo de la actividad política sigue siendo lo más gravitante de la esfera pública. Por lo demás, incluso esa elite, al menos la de centroizquierda instalada en los partidos, estará detrás de quien asegure las mayores posibilidades de éxito, sin cuestionarse -como tampoco lo hicieron con Bachelet- por las posibles diferencias e inconsistencias ideológicas y teóricas.

Ese mismo clima en el país es el que impide despegar a Lagos o aparecer a Insulza. Y lo mismo hubiera ocurrido con Piñera, de no ser por el balance que arroja este gobierno y, por lo mismo, la valorización del activo que constituye la otra cara de esta moneda: la restauración como objetivo, y la mejor gestión como instrumento.

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