Boomerang




A finales de la década de los ochenta, un escándalo sexual terminó con la carrera del pastor evangélico Jimmy Swaggart. Hace sólo cuatro años, la reputación y posibilidades electorales de Andrés Velasco se vieron duramente golpeadas con motivo de que se revelara el pago de 20 millones de pesos por un almuerzo con los ejecutivos del grupo Penta. Esta semana el Frente Amplio enfrentó su primera crisis política, a propósito de una disputa de poder interno, cuyo desarrollo se ventila profusamente por la prensa.

Guardando las debidas proporciones, los casos descritos tienen dos elementos en común. Primero, se rompe el aura de sus protagonistas, a resultas de un discurso publico que choca con la realidad de los hechos privados. Segundo, el juicio de reproche hacia ellos se torna especialmente ácido y virulento, como correspondiéndoles por la dureza con que, esos mismos que ahora son sorprendidos, antes se deleitaban apuntando con el dedo a los demás.

Presa de esa vanidad que desatiende la experiencia, adornado de un adolescente mesianismo puritano, y quizás  genuinamente compenetrados de los propios personajes que se construyeron; lo que debió ser una habitual disputa de poder al interior de una coalición política, termina convertido en una histérica teleserie. En los hechos, no sólo han quedado como uno novatos; sino peor, que dicha condición no deviene precisamente de su atribuida pureza y candidez.

Y lo que queda en las imágenes no resulta muy alentador. La competencia no es para todos, como pareció querer imponerse por segunda vez. La participación y la asamblea es para los militantes, pero los dirigentes y controladores siempre pueden cocinar en reuniones de media noche. Bien la democracia y deliberación interna, salvo para expulsar a un adversario. Para dos situaciones similares, como por ejemplo manejar bajo influencia del alcohol, se puede reprochar éticamente a una y justificar legalmente a la otra. Tratándose de la campaña, que importa hacer rimbombantes declaraciones sin haber escuchado el audio, y ridículamente catalogarlo de una agresión machista, si total siempre se puede cambiar de opinión 24 horas después. Me gusta twitter para divulgar mis ideas de manera breve e ingeniosa, pero me duele cuando me critican de forma tan injusta. Y cuando no se está en el grupo chico, importa poco que se ayudara a inscribir el partido o se facilitara la primaria.

En fin, y pese a que la lista es más larga, ya parecen haber superado, más temprano que tarde, este primer y tan comentado impasse. Y aunque entre más alto se cae más fuerte, esto es menos grave de como les parece a sus protagonistas. Se van de este episodio con el ego herido, un poco aturdidos y probablemente bien avergonzados, pero siguen de pie para la próxima batalla. ¡Bienvenidos a la política!

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