"Celebrity politics"




La política en EE.UU. es singular por lo gravitante que puede llegar a ser su componente mediático. Tendencia, si bien de larga data, acentuada tras la elección de Trump; al punto que no importó que él no tuviera experiencia política alguna, bastándole su mera fama televisiva para catapultarse a este otro plano. Donald no es Ronald (este último fue dos veces gobernador de California antes de llegar a Washington). Nada, sin embargo, que debiese impedir que el asunto siga por este nuevo derrotero recién abierto. Al contrario, a muchos se les pasó por la mente la posibilidad la semana pasada, al mandarse Oprah Winfrey, popular presentadora de televisión, un discurso en la premiación de los Golden Globes que enfervorizara al público presente y a las redes sociales, estimándosele "presidencial", ella no descartando la idea de una futura candidatura; ya antes, en marzo 2017 bromeó que tal como estaban las cosas en el país, gobernar no sería una tarea tan difícil.

El ángulo elegido por Winfrey no fue para nada sorprendente (lo políticamente correcto nunca lo es). Hizo hincapié en sus orígenes pobres afroamericanos, y en el empoderamiento feminista, sumándose a la campaña #MeToo (aun cuando una larga amistad y negocios la unen a Harvey Weinstein, cuyas revelaciones de acoso desataran escándalo). Lo que no deja de ser curioso. La figura más política que haya surgido de Hollywood, más incluso que Reagan a la fecha, sigue siendo John Wayne, antítesis de lo que estaría proponiéndose como plataforma hoy.

Garry Wills, en su análisis interpretativo sobre su persona, trayectoria y alcance simbólico -John Wayne´s America. The Politics of Celebrity (1997)-, destaca su virilidad macho (su físico, movimientos y trato con las mujeres, "The American Adam") y conservadurismo férreo (según algunos, el causante de que EEUU hubiera seguido en Vietnam), motivos por los cuales durante 25 de 26 años entre 1949 y 1974, figurara entre las 10 estrellas mejor evaluadas por su atractivo comercial, manteniéndose incluso en las listas durante una década y media después de muerto. Y eso que el personaje era complejo; se casó tres veces, detestaba los caballos, tenía que hacer esfuerzos especiales para hablar como un rústico, e hizo lo indecible para evitar ir a la guerra. ¿Un fraude?

No, ¿por qué? Era un gran actor, muy profesional. Formidables directores de cine lo convirtieron en ícono (Raoul Walsh, John Ford, Howard Hawks), y ¿desde cuándo que la pantalla es fiel a la realidad? Nunca se tentó con ser presidente. Es más, en época de Wayne, las películas las hacían como nunca se han vuelto hacer después. Cuestiones en que el oportunismo vulgar de los Trump u Oprah no repara. Lo que es Reagan resultó ser un presidente memorable, quizá, porque como actor fue muy de segundo orden. Para pensarlo.

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