Censo and the city




La gravedad de los errores -fortuitos o inducidos- en las cifras del Censo 2012 tienen consecuencias que van más allá del IPC, y afectan también la planificación de nuestras ciudades y la ejecución de cientos de programas sociales.

Con el censo no se juega. Su información es tan relevante que se practica hace milenios, y el mismo Jesucristo se vio obligado a nacer en un pesebre debido a que sus padres se trasladaron a Belén para ser censados por los romanos. Si hasta Dios se tomó tan en serio este ejercicio milenario de contar, identificar y caracterizar a la población en un determinado territorio, es lamentable que justo en los años en que nuestro país vivirá las dinámicas más dramáticas de crecimiento y cambio social, estemos sumergidos en la incertidumbre.

Se entiende que en esta oportunidad el INE apostó a una metodología nueva, que rediseñó los cuestionarios y modificó el trabajo de campo para profundizar la toma de datos, reemplazando el tradicional feriado, y voluntarios, por personal pagado durante semanas. Todos estos cambios se hicieron pensando en que la calidad de la información lo convertiría en "el mejor censo de la historia".

Lamentablemente, ante una serie de problemas procedimentales que atrasaron la entrega de resultados, la presión por mostrar las cifras finales llevó a la catástrofe que hoy tiene al INE investigado por la justicia y, lo más grave, cuestionada su credibilidad.

¿Por qué son tan importantes los datos del censo para nuestras ciudades? Porque son la base de datos más rica que se cuenta para tomar decisiones. Al contar con información detallada de dónde vive cada familia, cuáles son sus características socioeconómicas, y tener esa información desagregada a la escala de distritos censales (unidades territoriales menores que los municipios), esta información puede ser georreferenciada o localizada en un mapa que nos puede explicar fenómenos tan complejos como la segregación espacial, densidad poblacional, y cientos de análisis multi-variables que nos permiten afinar la puntería para focalizar programas sociales, inversión pública y tantas otras decisiones.

El hecho de que falten cerca de 800 mil chilenos por censar no es menor. Primero, porque no sabemos dónde están; y segundo, porque su ausencia equivale a que desapareciera toda la población del gran Concepción. Al no contar con información confiable, la planificación de nuestras ciudades será como un vuelo de noche sin instrumentos. A modo de ejemplo, se estima que Antofagasta recibirá en los próximos 10 años a cerca de 60 mil nuevos habitantes, atraídos por el auge minero. Para una ciudad que ya tiene una alta complejidad social y muy poco suelo disponible, conocer en detalle su situación urbana y socioeconómica es crítico para revertir los déficit urbanos y sociales que presenta.

No se trata de desacreditar a una de las instituciones más confiables de nuestro Estado, sino más bien tomarle el peso al problema. Y lo complejo no es que el censo haya fallado o mentido, el asunto es que no lo sabemos. Es de esperar que la solicitud del gobierno a la Ocde y a pares norteamericanos permita aclarar, corregir y validar la información a la brevedad.

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