El ciudadano necesario y competente para una ciudad inteligente




Esta columan fue escrita junto a Juan Barrientos Maturana, SmartCityLab Universidad de Santiago

El pasado 22 de mayo fuimos testigos de la primera preemergencia ambiental del 2017. Durante la jornada se cursaron más de 400 multas a ciudadanos, la mayoría de ellos reclamaron desconocimiento de la medida. En contraste, la autoridad señaló que la información estuvo disponible desde la noche anterior y que además hay al menos siete aplicaciones para Smartphone con la información. 

El intendente explicó que hay 300 mil personas que bajaron la aplicación "Aire Santiago" donde se avisa a las personas de los episodios de medidas por contaminación ambiental. Por otra parte, los infractores alegaron que no estaban informados, pues el anuncio fue tardío y muchos se enteraron de la restricción vehicular esa misma mañana por televisión.  La situación no deja de resultar paradójica, sobre todo al ser Santiago una capital que aspira a ser una ciudad inteligente. El hecho de que Chile lidere en Latinoamérica el uso de Smartphone -se contabilizan más de 7,9 millones de usuarios- no se traduce necesariamente en que los ciudadanos descarguen y utilicen las aplicaciones, que vienen a ser la principal característica diferenciadora entre un teléfono normal y un Smartphone.

Entonces cabe preguntarse por qué la información no fluye adecuadamente a las  personas si existe la tecnología disponible y también la población accede masivamente a ella. ¿Por qué no se logran difundir rápidamente a través de las redes sociales y las denominadas app las noticias sobre cortes de agua, suspensión de clases, preemergencias ambientales, entre otras? ¿Será que el ciudadano que incumple las normas de restricción vehicular o de uso de calefacción a leña no tiene mayor interés por la salud de sus vecinos más vulnerables? Quizás piensa que este tipo de medidas son poco efectivas para resolver el problema ambiental o sencillamente tienden a sobreponer sus intereses particulares por sobre el resto de los ciudadanos.

Podríamos seguir haciendo preguntas, pero debemos tener presente que el principal propósito de tener una urbe inteligente es que el bienestar común y que los ciudadanos funcionen con esa premisa. Es decir, que tomen conciencia del problema y actúen en consecuencia. Se requieren que las personas tengan un comportamiento colaborativo, que siempre privilegie el bien común sobre los intereses particulares. Los motivos de cuidado del medio ambiente y salud son mayores. Es fundamental tener un ciudadano competente para una metrópoli inteligente. Esto implica determinar las cualidades del "tipo" de ciudadano que se requiere para que una urbe anclada en el siglo XX pueda transitar a una ciudad del siglo XXI, favoreciéndose con todas las potencialidades, virtudes y beneficios que esto implica.

Para las situaciones de medidas ambientales extraordinarias, como otras, se necesita formar una ciudadanía movida por valores colectivos y no individualistas. Debemos brindar espacios de toma participación en las medidas impulsadas y favorecer el uso colectivo de los medios de transportes en la economía tradicional o en las nuevas economías colaborativas. De lo contrario, sin ciudadanos comprometidos, difícilmente podremos avanzar hacia un Santiago inteligente.

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