Congreso del Futuro: aplauso cerrado




ME HA interesado la investigación del futuro por más de 35 años, incluso mi doctorado estuvo dedicado a ese tema. Casi siempre fue un camino bastante solitario o marginal en nuestro país, aunque sin duda apasionante. Por ello no puedo sino alegrarme de corazón que el tema haya llegado al Congreso y al país, estimulado de manera persistente y paciente por el senador Girardi. Finalmente trascendió a los medios como nunca y empezó en el país una discusión de los temas reales que definirán a la sociedad y a los seres humanos en lo que queda del siglo. En ese sentido, mucho más allá de las diferencias ideológicas, no puedo sino aplaudir enérgicamente a Girardi. Creo que la iniciativa ya llegó para quedarse, y es tarea de todos nosotros mantener activo el tema durante el año. Más aun, son los políticos jóvenes quienes debieran tomar estas banderas si queremos que prosperen. La bancada estudiantil -como se le ha llamado- jamás ha tocado siquiera uno de los temas relevantes y están anclados en ideologías muy añejas del pasado.

Es notable hacer una breve comparación a los temas que se discuten en nuestra política cotidiana y los temas de fondo que planteó el Congreso. Mientras los sectores políticos se emplazan mutuamente por quién es más violador del estado de derecho (algunos mapuches de izquierda, empresarios, movimientos "sociales", etc.), los temas reales son otros. Por ejemplo (de temas tratados en el Congreso), la edición genética, el salto evolutivo de la especie humana, o la computación cognitiva. Mientras hay un arduo debate por el aborto, pasamos inadvertidos de los úteros artificiales que están en camino y la bioética. Mientras hay algunos diputados preocupados por la sal en los restaurantes, el mundo analiza la proyección de la computación cognitiva.

En el país se ha llevado adelante una "reforma educacional" que finalmente ha sido una mezcla de ideologismos y cosas contables. Nunca hubo un trabajo sobre la educación en el siglo 21, tema que sí estuvo en el Congreso que ha terminado. Por eso la reforma en curso solo ha generado un empeoramiento de la calidad de educación, que será difícil revertir por mucho tiempo.

En el Congreso hubo expositores de clase mundial, que abordaron temas tan diversos como ciencia y espiritualidad, los desafíos de la información y los datos, la relación naturaleza y humanidad, el agua como futuro petróleo, las implicancias de la exploración del cosmos con nuevas tecnologías, la eventual sexta exterminación de las especies, los robots, las nuevas geografías del poder, la prolongación de la vida, o la importancia crucial de las bacterias para la vida humana.

Si en esencia estamos ya cercanos al salto evolutivo, a las máquinas inteligentes, a la organización y nuevas formas de gobierno global, y a la reproducción tecnológica de la población, es mejor que la política que hace las leyes se empiece a hacer cargo de estos desafíos, porque pronto podría ser demasiado tarde. Quizás ya lo es.

Lo notable de estos temas es que aún no están ideologizados, y por ende permiten el diálogo y la colaboración de todos. También queda en evidencia la trascendencia de la ciencia y la tecnología como política pública, y la importancia de que se escuchen a los investigadores nacionales en estos temas.

Para mí, hay cuatro puntos fundamentales para seguir: primero, la importancia de cuadriplicar la inversión en ciencia y tecnología que hoy no llega al 0,5% del PIB. Parte de este tema es facilitar el trabajo de decenas de doctorantes que no pueden ejercer bien su tarea por falta de recursos. Hemos invertido muchos recursos en su formación (gran iniciativa de Foxley), que estamos botando a la basura. Segundo, es necesario hacer una reingeniería completa del Ministerio de Educación que hoy ya no es parte de la solución sino del problema. Tercero, hay que aprovechar esta iniciativa para iniciar la colaboración entre las diversas corrientes y ganar en confianzas tan necesarias. Finalmente, sería conveniente que los candidatos de las próximas elecciones explicitaran sus posiciones de manera concreta más allá de las generalidades sobre ciencia y tecnología o la simple creación del ministerio.

Si no se sabe dónde queremos llegar, nunca llegaremos. Efectivamente existe un futuro donde cabemos todos, versus un pasado que solo nos divide cada vez más.

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