Crítica sin retorno




Mientras la Presidenta, el gobierno y el comando de Sebastián Piñera se desviven en una controversia adolescente sobre la paternidad (o maternidad) de un conjunto de obras públicas -entre ellas la recién inaugurada Línea 6-, los candidatos de centroizquierda han puesto la discusión programática como el principal catalizador de sus tensiones políticas. El objeto de la nueva disputa fue esta semana la decisión de Alejandro Guillier de esperar hasta después de la primera vuelta para entregar un programa de gobierno consolidado; una jugada inédita, que en los hechos implicó supeditar sus convicciones a los respaldos que logre conseguir para un eventual balotaje.

La intensidad de la crítica recibida obligó al candidato oficialista a anunciar la publicación de un "compendio" de su programa antes de las elecciones, una medida que no logró evitar que el tema fuera usado como munición por sus potenciales aliados en la segunda vuelta. Sin eufemismos, Marco Enríquez calificó de "indigno" el paso dado por el senador, agregando que no merecía estar en segunda vuelta. En paralelo, el comando de Carolina Goic afirmó que "la candidatura de Guillier heredó la retroexcavadora y eso puede explicar calculadas ambigüedades o contradicciones". Y el jefe de campaña de Sánchez destacó que "es una irresponsabilidad que a menos de tres semanas de las elecciones, un candidato presidencial de una coalición que hoy día es gobierno no tenga un programa para los próximos cuatro años. Habla de que están mucho más preocupados de los arreglines para la segunda vuelta".

De algún modo, la postergación programática de Guillier ha servido para explicitar el grado de distancia, desacuerdo y desafección que hoy reina entre los candidatos de la centroizquierda. Una realidad cada día más evidente que obliga a preguntarse cómo abanderados que han llegado a cuestionamientos de este calibre podrían explicarle al país y a sus  electores un eventual respaldo a Guillier en segunda vuelta. Sin ir más lejos, antes de la crítica por la ausencia de programa, estos mismos candidatos pusieron en duda la legitimidad del proceso por el cual la carta oficialista obtuvo las firmas para su inscripción, exigiendo aclarar nada menos que presuntos "vínculos" con el narcotráfico.            

Así, parece inevitable constatar que estas críticas han traspasado ya el "umbral" de no retorno, un punto de fuga desde el cual se hace políticamente inviable salir en dos semanas más a explicar y solicitar el respaldo para un candidato "indigno", que no "merece estar en segunda vuelta"; que además "heredó la retroexcavadora" y ha aceptado los "vetos del PC"; que durante este período  estuvo más preocupado de "los arreglines para la segunda vuelta", que de hacer una propuesta al país.

No, definitivamente no tendrán margen de credibilidad para argumentar a favor de un eventual apoyo a Guillier. Y aunque lo hicieran, es decir, aunque la lógica de los "arreglines" cupulares de última hora terminara por imponerse, va a ser muy difícil que los electores de estos mismos candidatos terminen aceptando las razones que se entreguen para justificar dicho paso. Al contrario, después de todo lo que han dicho respecto a la candidatura oficialista, un llamado a respaldarla en el balotaje solo contribuiría a golpear la confianza en quienes lo realicen.

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