Cuando el clima revela lo que se esconde bajo la alfombra




Esta columna fue escrita junto a Juan Barrientos Maturana, SmartCityLab Usach

Tras la reciente nevazón en Santiago, hemos sido testigos de una serie de falencias que afectan las aspiraciones de que la capital se convierta en una smartcity de clase mundial.

Cuando hablamos de ciudades inteligentes, nos referimos a espacios urbanos que están al servicio de la calidad de vida de sus habitantes, pero cuando tenemos eventos climáticos como los que hemos vivido este año, comprobamos que estamos algo lejos de esa realidad.

En primer lugar, estas inclemencias nos recuerdan el enorme deber que como sociedad tenemos con aquellas personas que están en situación de calle y que son quienes, con mayor rigor, viven estas inclemencias. Más allá de la natural sorpresa y alegría que genera la nieve sobre Santiago, no debemos olvidar que en la capital aún hay personas que no tienen un techo donde cobijarse o que habitan viviendas precarias que no resisten lluvias -menos aún, una fuerte nevazón-.

Según datos del municipio de Santiago, habría unas 1.200 personas en situación de calle solo en esa comuna, lo que hace suponer que en toda la provincia la cifra podría, incluso, duplicarse. Estamos hablando de seres humanos que duermen en veredas, cobijados con techos de cartón, en medio de la lluvia y, en este caso, de la nieve. ¿Es esta una realidad posible de obviar, si se pretende que Santiago sea una capital de clase mundial?

Por otra parte, también deben abordarse los fenómenos climáticos que afectan de manera inusitada la provisión de servicios básicos. Cortes de agua y de energía eléctrica se han vuelto normales cuando hay un par de horas de lluvia continua e intensa, o nieve. De hecho, por esto último, se registraron cortes de luz en las comunas de Las Condes, Vitacura, Cerrillos, Providencia, Lo Barnechea, Santiago, Peñalolén, La Florida, Lampa y Lo Prado. Dos días después del evento, aún continuaban más de 9 mil personas sin este suministro. Al respecto, la prensa dio cuenta de situaciones dramáticas, desde la pérdida de víveres hasta la angustiante situación de pacientes electro-dependientes.

Es difícil responder cómo una ciudad capital como la nuestra puede ser tan inestable y frágil ante estos eventos climáticos. Ni hablar de otros suministros, como la red de Internet, que también se ve afectada en diversos sectores, pero que no genera mayor revuelo al no ser un servicio de primera necesidad.

¿Es posible pensar en una ciudad inteligente, cuando la capital queda a oscuras ante eventos climáticos que, al parecer, son cada vez más frecuentes? Gran tarea tienen las empresas privadas a cargo de estos servicios monopólicos, pero aún más importante es la labor que le corresponde a los legisladores, que representan a la ciudadanía y, por lo tanto, deben exigir que esos monopolios sean sustentados por empresas que se anticipen y respondan adecuadamente. Una ciudad se hace inteligente cuando planifica y enfrenta las crisis de manera armónica. Santiago no solo sufre con los sismos sino que también, y aunque parezca increíble, cuando llueve.

Es momento de entender que una ciudad se construye entre todos, actores públicos y privados que deben hacer su tarea: por un lado, fiscalizar y poner un marco regulatorio; y, por otro, dar las garantías de continuidad del servicio. Al centro deben estar los que más importan: los ciudadanos.

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