David Bowie: La poderosa muerte




Las teorías. Todo estaba fríamente calculado. Blackstar fue el diseño de un epitafio a la altura de su maestría, y la propia muerte encajada entre un nuevo cumpleaños y el lanzamiento del último álbum, cortesía de una eutanasia. Ahora sabemos gracias al documental The Last five years estrenado hace unos días, que David Bowie grabó sus últimas composiciones antes de ser notificado del triunfo del cáncer. Podemos seguir especulando sobre las letras de Blackstar donde la muerte asume protagonismo indiscutido. Perder la vida era un escenario probable y la estrella británica convirtió en arte esa posibilidad. Ahora, post mortem, llega este EP de cuatro canciones con un título sugerente: no había plan alguno. Si hay un más allá, Bowie debe estar sonriendo.

Abre Lazarus, una de las composiciones emblemáticas de la última entrega ("mira aquí, estoy en el cielo"), y los siguientes tres cortes también grabados durante las sesiones de Blackstar con un ensamble de jazz neoyorquino, no son estrictamente un estreno. Fueron publicados en octubre pasado en Lazarus: original cast recording, la banda sonora del musical homónimo basado en la obra de Bowie, aunque con las voces del elenco.

Las piezas mantienen el tono fúnebre y ensoñador de Blackstar. No plan expresa resignación en un suave medio tiempo con el ligero soporte de la guitarra, una base austera y los retoques siempre sutiles del saxo -uno de los ejes de Blackstar-, y los teclados. Bowie canta con los ecos de un intérprete de entre guerras, un crooner que describe lo que perfectamente puede ser el limbo. "Aquí, no hay música aquí, estoy perdido en corrientes de sonido, aquí, ¿estoy en ninguna parte ahora? Ningún plan". Luego continúa: "todas las cosas que son mi vida, mis estados de ánimo, mis creencias (...) nada que lamentar, este no es un lugar, pero aquí estoy".

Sigue la rabiosa Killing a little time donde la guitarra y el tiempo de la batería retrotraen a un rock áspero con resabios de su sonido crispado e industrial de los 90, mientras declama sin perder elegancia "esta sinfonía, esta rabia en mí, tengo un puñado de canciones para cantar, para picar tu alma", parte de unos versos que relatan una especie de agonía.

Finalmente When I met you es una canción de amor bastante dura, ansiosa, confesional sobre qué sucedía con el protagonista justo al momento de conocer a su pareja: "el borde se había convertido en el centro de mi mundo". La composición es engañosa, presagia electrónica los primeros 30 segundos, sin embargo decanta en una pieza atemporal en el catálogo de Bowie. Con una guitarra acústica como pivote y un urdido juego coral, podría estar en cualquiera de sus mejores álbumes.

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