Derecha y liberalismo




¿Qué relación debería tener la derecha con el liberalismo? La pregunta ha vuelto a surgir a partir de las (mal llamadas) cuestiones valóricas, que suelen tensar al sector. Algunos argumentan que la derecha debería abandonar las posturas conservadoras, supuestamente superadas por la Historia. Agregan que la derecha no puede mantenerse ajena a los cambios de opinión, reflejados en las encuestas.

Más allá del fondo del asunto, es interesante notar un escisión persistente entre, por un lado, el establishment intelectual y mediático de la derecha,que sostiene posiciones crecientemente liberales en algunos temas, y sus dirigentes políticos, que son muchos más cautos y de paso obtienen votos. Los más liberales llevan años presionando por imponer su agenda, pero con éxito escaso. De hecho, resulta paradójico que una versión conservadora de Sebastián Piñera está ad portas de La Moneda, y ni hablar de los votos de Ossandón.

Me parece que parte del equívoco, o de la distancia, se debe -al menos parcialmente- al cosmopolitismo intelectual de esa elite. Me explico: se trata de personas muy inteligentes, con estudios en el extranjero, y que se han fascinado con algunas versiones sajonas del liberalismo. Por lo mismo, su afán constante (que es al mismo tiempo su frustración sistemática) es que Chile se convierta de una buena vez en un país moderno. Miran con admiración a Macron, Cameron y Obama, y se maravillan con las novedades venidas del exterior (hay una reminiscencia de esa obsesión por lo extranjero que tanto divertía a Gonzalo Vial).

La dificultad estriba en que esa cosmovisión carece de mediación. Es más, no tiene conciencia de la necesidad de la mediación. Sin ella, el liberalismo no podrá superar una esterilidad más o menos solitaria (de allí la vieja quimera del centro liberal) porque, al resistirse a otras fuentes constitutivas de la derecha, pierde toda su politicidad, pierde toda su capacidad operativa. Es digno de atención, por ejemplo, que cierto liberalismo nacional haya producido pocas obras intelectuales de peso sobre Chile. Esto se explica porque tiende a creer que basta con implementar mecánicamente recetas o modelos, como si la realidad fuera una masa informe que debe ser modernizada cuanto antes.

En el fondo, creen que basta con imitar allí donde primero hay que conocer, reflexionar y comprender. Pedro Morandé -inspirado en la hermenéutica de Gadamer- insistió mucho en este punto: nuestra modernización no puede ser pensada sin tomarse en serio las especificidades latinoamericanas, tan distintas de las sajonas. Resulta entonces indispensable elaborar una reflexión singular, que se corresponda con nuestra realidad y con nuestra historia (y en ese trabajo las encuestas son solo un insumo más). Sin ese trabajo, el liberalismo criollo se condena a seguir siendo, como apuntaba Alberto Edwards en 1903, una entidad puramente negativa: su rechazo a asumir nuestra particularidad lo inhabilita a la hora de transformar sus reflexiones teóricas en un pensamiento que pueda inspirar una auténtica acción política.

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