Desafío constituyente




La Presidenta Bachelet ha confirmado que el gobierno presentará su proyecto de nueva Constitución en el transcurso de enero. En paralelo, el rol opositor que el conjunto de las fuerzas de centroizquierda debe asumir en marzo permite anticipar que el cambio constitucional mantendrá su centralidad, volviendo a ser uno de sus ejes ordenadores más allá de la prioridad que el gobierno de Sebastián Piñera decida darle. No puede descartarse, incluso, que la asamblea constituyente se reinstale como una de las principales demandas del movimiento social en los próximos años.

Aunque a primera vista no resulte evidente, la próxima administración tiene aquí una enorme oportunidad. Si efectivamente uno de sus objetivos políticos es construir una base de acuerdos transversal, estable y de largo plazo, nada asegura más dicha disposición que un nuevo pacto constitucional. En particular, en un ciclo donde la correlación a favor de Chile Vamos mejorará de manera significativa en la nueva legislatura, y con un gobierno que, tras una contundente victoria electoral, tiene una legitimidad importante para defender sus posiciones.

Lo imprescindible es asumir que la controversia constitucional que recorre a los actores políticos desde la derrota de la Concertación en 2010, no tiene más alternativa que ser zanjada en algún momento, y difícilmente la centroderecha se va a encontrar en una mejor situación para abordar este desafío que a partir de marzo. En efecto, si es genuina la convicción de que el Chile de las próximas décadas requiere una base institucional de acuerdos amplios, reglas del juego legitimadas que atenúen los riesgos de polarización y de aventuras refundacionales, el horizonte político para ello hoy se observa óptimo.

Sin ir más lejos, las señales de colaboración con las nuevas autoridades emitidas por el expresidente Lagos y por sectores DC, también son funcionales en esta dirección. A su vez, la derrota de la Nueva Mayoría y la orfandad en que ha quedado el centro político pueden facilitar nuevas convergencias. Así, el escenario para empezar a construir un consenso institucional que permita dejar por fin atrás el Chile del Sí y del No, se ve ahora más despejado que hace cuatro años, entre otras cosas, porque el mayor equilibrio de fuerzas emanado de las urnas hace inviable cualquier tentación hegemónica.

El rol subsidiario del Estado en una sociedad cada día más globalizada, el imperio y el alcance de los derechos sociales, los quórums legislativos requeridos para aprobar ciertas materias, el papel que debe jugar a futuro el Tribunal Constitucional e, incluso, eventuales correcciones a nuestro régimen presidencial, requieren una base de consensos que hoy no existe en nuestro sistema político. Sobre esa base, luego, surgen y se expresan los distintos proyectos de sociedad, visiones de país legítimas y diversas, pero que tienen un piso institucional común, por lo que no suponen el riesgo de estar jugando el futuro a los dados cada cuatro años.

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