Después del 1-O
El referéndum independentista de Cataluña del 1 de octubre (1-O) concluyó en una violenta represión policial que dejó cientos de ciudadanos heridos y un gran signo de interrogación sobre el futuro. Hasta antes del 1-O, el porcentaje de independentistas en Cataluña alcanzaba un 48% y los partidarios de zanjar este tema a través de una consulta democrática pactada sobrepasaban el 70% (muchos de los cuales eran contrarios a la independencia). Es muy probable que el número de independentista haya crecido después del 1-O.
La reivindicación de Cataluña como nación viene de lejos, pero la coyuntura actual se explica por el fallido Estatuto de 2006. En ese año, bajo el impulso del socialista catalanista Pascual Maragall, se logró la aprobación de un nuevo estatuto para Cataluña, primero en el Parlamento catalán y luego, en una tensa sesión en marzo de 2006, en el Parlamento español. Sin embargo, este nuevo estatuto -a instancias del Partido Popular- fue tumbado por el Tribunal Constitucional de España en junio de 2010.
Se malogró así la posibilidad de renovar el anclaje de Cataluña en España a través de una solución institucional que podría haber durado varias décadas. A partir de ese momento se inicia un vertiginoso ascenso del independentismo, expresado en multitudinarias manifestaciones. Comienza la cuenta regresiva de lo que la mayoría comenzó a llamar resignadamente el "choque de trenes". El 1-O recién pasado fue el día y la hora señalada de ese choque.
A la caída del Estatuto se sumó la crisis económica de 2009, que rápidamente contagió a Europa y golpeó a España y Cataluña con recortes al Estado de Bienestar y políticas de austeridad, y un gran descontento social que se expresó en el movimiento de los indignados del 11-M (2011), redibujando el mapa político y social español y catalán.
Cataluña es una nación sin Estado, como existen varias en el mundo. Su identidad nacional es una mezcla de verdades e invenciones históricas como todas las identidades nacionales, incluida la de España y del nacionalismo español. O la "identidad chilena" construida desde el Estado después de la independencia. Tratar de refutar las identidades nacionales -que son entretejidos culturales y emocionales complejos- es inconducente. El tema es si existe para estos pueblos y naciones sin Estado una solución político-institucional satisfactoria.
El 1-O deja escaso margen a soluciones intermedias. La rigidez política del gobierno de Rajoy es hoy más parte del problema que de la solución. Volver al malogrado estatuto de 2006 se ve difícil. Podría ser el momento del siempre postergado federalismo o bien de pactar un referéndum -a lo David Cameron con Escocia- y jugarlo todo allí. Ninguna opción es sencilla, pero el inmovilismo político y la represión -como quedó demostrado este 1-O- solo aleja, peligrosamente, una solución democrática y pacífica en Cataluña.








Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.