Distinto es en democracia
Los problemas de probidad, corrupción y otras limitaciones éticas para ejercer el poder no tienen un domicilio ideológico único, ni pertenecen a nación o sector social determinado. En otras regiones del mundo, la corrupción degenera en regímenes que a sangre y fuego mantienen estilos de vida de tiranos tales como Kim Jong-un en Corea del Norte, o algunas economías del Golfo Pérsico. Todos ellos desprecian lo poco y nada que tienen de institucionalidad y estado de derecho. Sus poblaciones no pueden esperar nada.
Nuestra región latinoamericana, a su nivel, experimenta también un periodo complejo motivado por muchos países donde la corrupción y otros ilícitos han generado crisis políticas, desconfianzas entre votantes y autoridades, además de un descrédito absoluto de la mayoría de los partidos políticos. Un ícono del drama que se vive en la región es el caso Odebrecht. Esta constructora brasileña está directamente implicada en pagar a doce gobiernos en la región sobornos a cambio de proyectos de infraestructura. El último capítulo se ha escrito por estos días en Ecuador. El presidente asumido en mayo, Lenin Moreno, cortó relaciones con su propio vicepresidente, Jorge Glas. A éste se le acusa de haber recibido favores de la constructora. En su decisión, el Presidente Moreno ha señalado que si bien no lo puede destituir, establece que en la práctica su segundo queda sin ninguna obligación ni derecho al ejercicio diario del cargo, en espera para una formal destitución.
La situación que es tan grave como la que obscurece al gobierno del Presidente Michel Temer de Brasil, que también enfrenta graves acusaciones de corrupción. Sin embargo, hay una gran diferencia entre lo que ocurre en nuestro continente y lo que acontece en esos sectores del planeta que viven el abuso diario de sus poblaciones. Nuestra región sí vive en Democracia, con las dolorosas excepciones de Cuba y Venezuela. Así es. Vivimos en una zona del mundo donde podemos expresar nuestras diferencias y se puede exigir accountability a todas las autoridades.
Es verdad, tenemos muchas limitaciones de calidad de la democracia y gobernabilidad. También es cierto que los sistemas judiciales de muchos de nuestros países tienen demasiadas fallas para cuando deben enfrentarse a los poderosos. No existen todos los recursos y muchas veces justos pagan por pecadores. Sin embargo, hoy nadie habla de una regresión autoritaria, ni las Fuerzas Armadas son actores de las crisis.
Por trágicas y vergonzosas que hayan sido las conductas de algunos líderes, no deja de ser interesante que el sol finalmente es el mejor desinfectante. Esa luz es una herramienta para promover más y mejor sistemas judiciales. También es fundamental reconstruir un sistema de partidos que se alejen del populismo y corrupción. Proteger los derechos humanos y el respeto al Estado de derecho es parte del remedio y no la enfermedad. Es mucho mejor así. La democracia se protege con más democracia.








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