El Che y su sombra




Las conmemoraciones por los 50 años de la muerte de Guevara no han estado a la altura de anteriores aniversarios. Que Evo Morales haya acampado en una carpa previo a los homenajes en Vallegrande ha sido anecdótico. Sus palabras al día siguiente -"El Che luchó y murió por la liberación de Bolivia pensando en la Patria Grande; con su vida y, con su muerte… nos ha dejado una enseñanza de que todavía nos queda mucho por hacer"-, fuera que son nulo elocuentes, se han escuchado infinitas veces. Ni siquiera la otra novedad en esta ocasión, los recuerdos de Juan Martín Guevara (Mi hermano, el Che) recién aparecidos, prometen mucho. ¿Es que la fascinación que produce el personaje ya pasó?

Estábamos acostumbrados a bastante más. En 1971, John Womack Jr,. de Harvard, reseñó 26 publicaciones de y sobre Guevara en The New York Review of Books: traducciones de obras del guerrillero al inglés, francés, italiano y alemán, biografías y recuerdos, además de ensayos históricos. En 1997, para los 30 años, aparecieron dos muy competentes biografías (de Jorge Castañeda y Jon Lee Anderson). Tiempo después se estrenaron varias películas -Diarios de Motocicleta (2004) y dos cintas de Soderbergh (2008)-, además de los muchos documentales, monumentos, museos, canciones, poemas, historietas, e incluso videojuegos con que se nos ha alimentado. Lo de estos días, en comparación, ha estado pobre y desganado.

Si incluso la columna de Álvaro Vargas Llosa en este diario el otro día fue una breve síntesis de un artículo suyo ferozmente crítico en la revista The New Republic del 2005 ("The Killing Machine", hay trad.), que extendiera a un libro al año siguiente. La nota en el diario El País ("La transformación del Che en San Ernesto", 10 octubre) tampoco decía nada en lo esencial, distinto a lo detectado y registrado por Hugo Gambini en su biografía del Che de 1968. Y hemos debido volver a escuchar una serie de ya lugares comunes: que el Che se ha convertido en mito e ícono, no solo revolucionario, también pop e incluso publicitario (hasta de Mercedes Benz); que jóvenes que llevan poleras impresas con su imagen (la famosa foto de Korda) no tienen idea quién es; que El Che era quijotesco, idealista, "forever young" y rebelde…

Lo mismo quizá que ha ocurrido con Cuba, congelada también en el tiempo. Con la salvedad que, como me ha hecho ver un amigo, se trata de "la campaña de marketing que más ha durado en la historia", si bien su origen no es capitalista y, a diferencia de lo que se espera de toda publicidad, no se la ha refrescado, incapaz -hemos de suponer- de aportar nada nuevo. Me recuerda a lo dicho por Roland Barthes sobre Greta Garbo: que después de años de gloria se escondió tras gafas de sol, pañuelos y sombreros para que su cara emblemática (o máscara) se mantuviese inmaculada para siempre.

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