El espinazo del diablo




El llamado a votar con un alto índice de rechazo en la presidencial puede conducir a un desfiladero diabólico a la Alianza: que esos votos, indispensables para los candidatos a parlamentarios, se desvíen hacia la forma vicaria de castigo que representa Franco Parisi.

Al día de hoy, la estrategia política de la Alianza se ha reducido a un solo objetivo: evitar que el desaliento aleje a sus votantes de las urnas. Su enemigo principal ya no es ningún otro candidato presidencial, sino el voto voluntario, esa tentación perfecta para quedarse en casa. Muchos de ellos maldicen, sotto voce, esa otra mala idea del gobierno de Piñera de promulgar una ley tan contraria a su instinto de controlar la veleidad electoral, justo en los comicios donde lograron retener, acaso por última vez, el imperio del sistema binominal.

En una cultura política como la chilena, que ha sido siempre proclive al "voto útil", la perspectiva de perder es un incentivo para no participar. Por supuesto, el desaliento actual de la Alianza nace de los malos indicios en la campaña presidencial. Pero si se expresa en la no concurrencia a votar, podría tener efectos catastróficos en la contienda parlamentaria.

Las tendencias exhibidas por las encuestas son consistentes y, lo que es peor, se han endurecido en los recientes dos meses. La baja adhesión a Evelyn Matthei se ve acompañada por dos sombras laterales: un índice de rechazo demasiado alto y una ubicación en el extremo de la derecha (probablemente derivada de un septiembre negro), y no parece posible que ambas cosas se reviertan en las próximas dos semanas. Ese castigo puede tener componentes personales, pero no hay duda de que expresa un rechazo más amplio hacia la Alianza, incluso mucho más que hacia el gobierno.

La Alianza ha preferido descalificar las encuestas y el generalísimo de la campaña, Joaquín Lavín, ha echado mano a un fantástico "voto silencioso" que habría crecido durante septiembre y que estaría oculto entre los 19 puntos que en la encuesta del CEP no respondieron o dijeron no saber. Es arduo confiar en el análisis público de quien es el responsable estratégico de una campaña tan falente. Pero aun si se le quisiera atribuir todos esos puntos -lo que sería incorrecto en cualquier análisis estadístico-, la candidata de la Alianza seguiría por debajo del bajo nivel del gobierno.

La verdadera duda ahora es si Matthei alcanzará el piso mínimo que la derecha tuvo en su peor momento de los últimos 23 años -el 24,4% de Arturo Alessandri en 1993-, para lo cual ni siquiera alcanzan los 10 puntos de subrepresentación que los voceros del oficialismo atribuyen a la encuesta del CEP. Las cosas mejorarían para ella si lograse pasar a la segunda vuelta, que no es lo que indican los sondeos, pero eso no añadiría nada a la ya consumada elección parlamentaria.

La cuestión de los votantes efectivos, que fue la ansiedad liviana de los candidatos "alternativos", se ha convertido ahora en un pesado drama para la derecha. Los pocos estudios disponibles muestran que votaría entre un 50% y un 55% del padrón estimado en 13,4 millones, esto es, entre 6,5 y 7,1 millones de electores. Esta última es la media histórica de las elecciones presidenciales desde 1990.

No es aventurado estimar que cualquier caída en el número de votantes por debajo de esas fronteras iría en contra de la candidata de la Alianza. Su principal rival, Michelle Bachelet, mostró su capacidad única de movilización en las primarias de junio, mientras que los adherentes de los restantes candidatos siempre pueden contar con los entusiasmos de la novedad y el testimonio.

Sin embargo, el llamado a votar con un alto índice de rechazo en la presidencial puede conducir a un desfiladero diabólico: que esos votos, indispensables para los candidatos a parlamentarios, se desvíen hacia la forma vicaria de castigo que representa Franco Parisi. Los estudios muestran que un alto porcentaje del crecimiento de Parisi corresponde a votantes de derecha enojados con el comportamiento de la Alianza. Gracias a ese cabreo, el economista independiente ya se ha puesto a distancia de tiro de Matthei y todavía no es claro si las ácidas denuncias de la candidata contra la conducta empresarial de su némesis han logrado reducirlo o simplemente han reducido su ritmo de expansión.

El celebrado "voto cruzado" de los tiempos en que Lavín fue candidato se puede convertir así en una pesadilla: selección de Parisi como castigo a la Alianza junto con respaldo a los candidatos al Congreso de la UDI y RN, donde el economista no ofrece competencia. Esto explica por qué la embestida de Matthei contra Parisi ha sido tan solitaria. A los candidatos que deberían darle soporte y respaldo no les conviene alienarse de esos misteriosos votos que puede capturar el competidor más extraño que haya tenido la derecha.

Y entonces, ¿alguien detendrá al economista en su desafío apasionadamente irracional? Ya no. Tal como el olor de la sangre excita a los depredadores, el olor del miedo electoral entusiasma a los retadores; y cuando repite que se propone "jubilar" a los políticos, ya parece que la ha puesto nombre y apellido a ese retiro forzoso. Por cada día que pasa, herido y ofendido, más acecha en el desfiladero.R

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