El factor Emeterio




Existe un personaje llamado Emeterio Ureta. Se trata un señor de los años 65-70, entrador, charlatán, sin mayor cultura, al parecer inofensivo. En la actualidad, es invitado de vez en cuando a la televisión a programas de farándula. La razón, al parecer, es que de todas sus antiguas características, conserva intactas las de hablador y opinante con poca base, aunque con un dejo de sentido común.

Pero Emeterio dejó de ser inofensivo cuando, queriendo captar audiencia, fabuló haber sido testigo y actor de acosos en contra de mujeres necesitadas de mejores condiciones laborales. Días después, dijo que todo era un "tongo".

En lo que a este artículo interesa, aunque de lejos, hay una especie de "factor Emeterio" en estas elecciones: habladuría, cierta ignorancia, instrumentalización de la gente, todo unido en torno a un objetivo: el poder. En materia política, se le denomina demagogia.

De los candidatos, a nuestro parecer, últimamente ha empleado estas herramientas con frecuencia el señor Guiller, quien, además, casi con seguridad, será el oponente de Piñera en la segunda vuelta.

Recordemos que Guiller surgió como opción presidencial a consecuencia de una traición histórica al expresidente Ricardo Lagos, en la que participó desde un puesto de observador. A poco andar, y ya embarnecido, se desmoronó el Partido Socialista por un escándalo financiero, del que no dijo nada; en rigor, jamás ha opinado acerca de ningún tema específico que afecte a alguna colectividad que lo apoya -por ejemplo, la venta de inmuebles del PC vía contratos aparentemente realizados con fraude a la ley. El candidato tomó distancia de todos los partidos argumentando que él solo "escucha a la gente", pero de su boca no salió nunca una sola idea que fuera reflejo indudable de haber oído algo. Sus detractores han insinuado que no le interesa la presidencia. Su único discurso ha consistido en declararse partidario del gobierno de la Presidenta

Bachelet, hablar del gobierno para la gente, del CAE, del pilar solidario y otras menciones de este tipo. Había anunciado, incluso, que su programa de su gobierno lo entregaría después de la primera vuelta.

Resultaba una evidente contradicción presentarse ante el país como aspirante a la presidencia sin un proyecto de gobierno. Era entregar en bandeja un argumento para los contradictores, quienes lo acusarían de ser un auténtico improvisador. Como sea, ha resultado imposible para los especialistas adivinar o especular siquiera acerca de quienes, en un eventual gobierno suyo, pudieran acompañarlo como autoridades políticas o económicas. Lo que hemos visto, en cambio, en estas últimas semanas, ha sido un demagogo de los antiguos tiempos, de los años sesenta. Un candidato que, como lo dijo Abraham Lincoln hace muchos años, ha desarrollado la capacidad de vestir las ideas menores con palabras mayores. Guiller tendría que demostrar, en lo que queda de campaña, que sabe cómo gobernar al país.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.