El piñerismo aproblemado




LA BAJADA de Ricardo Lagos a la candidatura a la Presidencia de la República gatilló de paso una mini crisis en la derecha, que el presidente de RN no dudó en calificar como "un autogol". En síntesis, la presidenta de la UDI, y el generalísmo de la campaña presidencial de Sebastián Piñera, ante el hecho antes aludido se apuraron en poner en duda la necesidad de llevar a cabo la elección primaria convenida previamente entre los partidos de Chile Vamos. La razón esgrimida para este eventual cambio fue la modificación del escenario en la Nueva Mayoría. Tras ella se ha dejado entrever una motivación más de fondo: la de evitar un acto eleccionario donde podrían concurrir pocos votantes, produciéndose como efecto asociado el debilitamiento de las posibilidades del candidato que lo gane y, de paso, el de los partidos que lo apoyan. No resulta aventurado pensar, además, que algunos alberguen al menos una preocupación adicional, esto es, que la confrontación entre los precandidatos pueda dañar la posición de Piñera, quien hoy aparece encabezando todas las encuestas y, en opinión extendida, se estima que ganará ampliamente la contienda interna de su alianza.

El impasse generado fue zanjado finalmente por el propio expresidente, quien señaló que habrá elecciones primarias. Sin embargo, este suceso deja la sensación de que el piñerismo se encuentra realmente aproblemado. Primero, porque en el escenario actual, realizar una primaria parece constituir un insoslayable factor de legitimidad ante la ciudadanía para quien aspire a representar a Chile Vamos en la elección presidencial, más todavía si se tiene en consideración que existen otros dos candidatos empeñados en dirimir sus posibilidades con Piñera. Segundo, porque realmente existe un riesgo potencial de que la alianza movilice pocos electores para la instancia del 2 de julio, trayendo consigo las consecuencias presagiadas, pues no existe tradición de efectuarlas ni el sector ha mostrado ser fácil de convocar. Tercero, porque la campaña puede ser muy dura y especialmente perjudicial para el precandidato que corre con el favoritismo, que posee indudables fortalezas pero, como es sabido, también evidentes flancos débiles. Tercero, y debido a lo recién expuesto, porque existe cierto espacio abierto para la sorpresa, esto es, que se den unos resultados bastante más estrechos que los esperados por el comando del exmandatario, lo que también sería signo de un menor potencial de su opción. Ossandón y F. Kast pueden ser mejores contendores que lo que hasta ahora se da por sentado públicamente por personeros cercanos al expresidente. Pareciera que él tendría más que perder que ganar en esta etapa. Por último, porque aun venciendo en julio, sin contar el escollo que obviamente implicará ganar a sus opositores de izquierda, Piñera deberá derrotar también a José Antonio Kast quien cuenta con atributos que lo pueden hacer particularmente atractivo para los electores de derecha y centro, tanto en el plano de las ideas y principios que defiende como en el de la imagen de coherencia, transparencia y probidad que su persona proyecta. Elementos que podrían verse reforzados fruto de una doble condición: de una parte, un candidato Piñera que haya enfrentado previamente una disputada primaria y, de otra, la evidente mayor exposición en los medios de comunicación que gozará J. A. Kast tan pronto se inicie la recta decisiva de las presidenciales 2017.

No está fácil resolver este complejo puzzle. Se dilucidará en julio o en noviembre. Está por verse cuándo y cómo.

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