El todo y las partes




La Presidenta busca poner su legado en el centro de la contienda electoral, pero los candidatos de centroizquierda tienen claro que ese legado es más un factor de división que de unidad, que impedirá los esfuerzos de convergencia de cara a la segunda vuelta. Así, lo que en estos días ha terminado por instalarse como el último recurso para aunar voluntades en el balotaje es el más simple y obvio de todos: el imperativo de evitar como sea el triunfo de Sebastián Piñera.

A estas alturas, el temor, el rechazo y en algunos casos el odio hacia la derecha es lo único que queda en pie como elemento aglutinante, sin descontar también a ese nada despreciable contingente de personas que en la elección se juega su destino laboral. Para todo ese espectro disímil que hoy abarca desde Carolina Goic hasta Eduardo Artés, no hay mínimo común salvo este desprecio visceral, mezclado con instinto de sobrevivencia; en rigor, una negatividad químicamente pura, pero no por ello fácil o dócilmente disponible para confluir en el respaldo electoral a quien termine instalado en el escenario de la segunda vuelta.

Lo observado en las últimas semanas es, en este sentido, sintomático: rencillas y descalificaciones de grueso calibre entre los candidatos, un tono que no será simple dejar atrás a la hora de agrupar voluntades y fuerza política en torno a un objetivo supuestamente compartido. En efecto, ¿cómo intentarán convencer a sus electores de que es imprescindible votar por Alejandro Guillier en segunda vuelta, aquellos que han insinuado una connivencia con el narcotráfico en la obtención de sus firmas? Sin ir más lejos, Alberto Mayol ha sido explícito en que para el Frente Amplio no hay nada que conversar mientras el candidato oficialista 'no aclare la cuestión narco'.

Por su parte, la izquierda que se ubica más allá de la Nueva Mayoría, ¿podrá llamar al final a sus simpatizantes a respaldar al candidato de una coalición que, según sus convicciones, ha sido en estas décadas parte de los administradores del 'modelo de la dictadura'. El presidente del PC, Guillermo Tellier, ha dicho a su vez que tendría que pensarlo dos veces antes de apoyar a Carolina Goic; y la propia DC, ¿podrá respaldar sin más a Guillier luego de haber sido excluida de la lista parlamentaria y de pagar los costos electorales que ello implicará?

En fin, no se ve cómo después del deterioro vivido por la Nueva Mayoría en estos años y de los disparos que han corrido a mansalva durante esta campaña entre los candidatos, se puedan limar asperezas y sumar voluntades en las cuatro semanas que transcurren entre primera y segunda vuelta. Además, aunque los gestos formales se hicieran posibles ello simplemente no sería creíble. Y el problema político sustantivo no es siquiera obtener esos gestos formales, sino generar las condiciones objetivas y subjetivas para que los votantes de todos los candidatos de la centroizquierda que no pasen al balotaje puedan traspasarse al sobreviviente sin pérdidas relevantes en el camino.

Un desafío que se ve titánico, por no decir completamente inviable. Al final del día, el escenario que enfrentará la centroizquierda en estas elecciones es uno donde, inevitablemente, el todo será mucho menos que la suma de las partes.

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