En veremos




Las elecciones con balotaje, es decir, debiendo tener que repetirse cuando no se alcanza la mayoría necesaria, no son sino paréntesis. Como la presidencial de mañana posiblemente, aunque con al menos fecha cierta, un alivio si se la compara con la indefinición que viene sucediendo desde hace rato entre nosotros. El pasa tú primero que luego te sigo yo, con mismos rostros, que pareciera poco menos que acordado en 2010 cuando se dieron cuenta que no podían seguir cogobernando consensuados, consecuencia del empate fundacional producido el '88. Lo que nos debiera llevar a hacernos la pregunta que nadie quiere hacerse: ¿qué tan decisivas son nuestras elecciones presidenciales si, cualquiera los resultados, se mantienen las mismas fuerzas equiparables en contienda, igual de frenadas? Ganan y, luego, se les quita apoyo (no sólo en Chile).

Es más, esta elección de nuevo (como en el 2013) se ha vuelto previsible. Sus resultados, se ha dicho y repetido, no debieran ser una sorpresa y, de hecho, se han esmerado en que no lo sean. Ha habido temas que se han esquivado, como el constitucional. Lo del "legado" se ha encargado el mismo gobierno de promoverlo, pero más que para defenderlo ante una ciudadanía no muy impresionada, para la Historia, dando a entender que puede pasársele a llevar. A Bachelet, incentivando a la ciudadanía para que vaya a votar, le hemos escuchado aseverar: "como ustedes han visto, pucha que se pueden hacer hartas cosas en cuatro años". Hacer y "deshacer", podría haber agregado, aunque para qué, si desde hacía semanas venía comparando su gobierno con el de Piñera, no pudiendo el candidato oficial, tampoco el otro candidato bacheletista, servir de mucho.

Quizá haya sorpresas en las parlamentarias, porque se terminó el binominal y se han rediseñado las circunscripciones. Pero en cuanto a la abstención no tendría por qué haber una inflexión de última hora; con la beatería ésa de que no se puede patalear a menos que se vote, muchos chilenos hace rato que no comulgan. Prefieren mantenerse castos, escépticos, y quizás les halague engrosar una masa sin nombre ni cara, mayoritaria incluso, millones resistiéndose a dar por hecho lo que se les ofrece previsiblemente.

Recuerda al conocido texto de Baudrillard de 1978 referido a simulacros y "mayorías silenciosas" que sostiene: asistimos a una escenificación de un poder que aspira a ocultar que ya no existe. A las mayorías se las puede presentir o sondear en tanto estadística, no representar. No es que no hablen sino que prohíben que se hable en su nombre. El que nadie pueda decir que "representa" a la mayoría silenciosa sería su revancha y, es más, no pudiendo ser representadas tampoco podría revolucionárselas. La masa sería una suerte de hoyo negro: absorbe la fuerza social pero no la refracta. En fin, veamos qué pasa.

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