Era el hombre indicado




Chile va por novena vez a un Mundial. También es su segunda ocasión consecutiva, aunque ahora la clasificación fue en la cancha, a diferencia de lo sucedido en Chile 62 e Inglaterra 66. Es la hora del festejo, con una generación brillante, compitiendo en el alto nivel y con la posibilidad de dar el salto en Brasil.

Mientras esto sucede, buena parte de nuestros clubes vive horas complejas ahogados por factoring, que según me cuenta un amigo del fútbol, les cobran el cuatro por ciento y reciben el dinero que genera el CDF. Un paro asoma en respuesta a una decisión de San Marcos de Arica (despedir jugadores porque el equipo descendió), que nos recordó los peores años de nuestra historia.

Pero los claroscuros del fútbol nos permiten mirar a los protagonistas reales. Jorge Sampaoli merece el reconocimiento popular, pero también el del medio especializado. La tarea no era fácil. La selección venía en caída libre, no había respuestas individuales y colectivas, el escaso compromiso disciplinario de varios de los jugadores generaba inquietud y el calendario anunciaba visitar a Perú y recibir a Uruguay.

<em>La suerte pareció venir torcida después de la derrota en Lima. Chile debió asegurar en el primer tiempo, pero terminó con una derrota en la agonía y Alexis Sánchez suspendido por acumulación de tarjetas amarillas.</em>

Vino entonces el golpe de timón de Sampaoli, la decisión que mostró que no estaba dispuesto a esperar lo que dijera el destino. Citó de emergencia a Esteban Paredes, aunque muchos dijeran que podía ser una mala señal. El zurdo no falló ante los uruguayos en una noche que marcó el cambio de rumbo. Un 2-0 claro ante un adversario directo, que quedó muy herido, con la única opción de quemar las naves en Venezuela.

Se enderezaba el timón, el equipo dejaba las turbulencias y recuperaba el estilo, la memoria, la ambición, el juego. Volvía a ser el cuadro competitivo que nos deslumbró con Marcelo Bielsa a partir de una idea aprendida, que sólo estaba olvidada. El principio de autoridad, vital en cualquier organización de trabajo, aparecía una vez más. Te puedes llevar bien con el jefe, pero está claro quién manda y quién pone las reglas.

Arturo Vidal cumplió su sanción, después de la inexcusable expulsión en Quito, y retornaba ante Paraguay. Un partido perfecto hizo el volante de la Juventus, evidenciando por fin por qué era uno de los mejores jugadores del Calcio. Nada de aspavientos ni tonterías. Simplemente jugar al fútbol.

Ahí estaba la mano del entrenador, que en silencio y con prudencia supo convencer a David Pizarro, alejado desde la eliminación ante Ecuador en 2005. Un mérito, porque lo instó a venir sin asegurarle la titularidad. Le dejó las cosas claras y el porteño, con el profesionalismo que distinguió su carrera, se sumó al proyecto.

Vendría el salvataje de Jorge Valdivia, otra estrellita para el casildense, porque recuperó a un jugador que parecía viejo crack. Humberto Suazo, quien se marginó ante Perú y Uruguay, también volvió al redil. Y al final, Mauricio Pinilla también se puso a la fila.

Nadie es estrella, todos juegan donde el técnico dice. El 15 de octubre de 2013 Chile volvió a clasificar a un Mundial. Otro 15 de octubre, el de 2008, la "Roja" vencía por primera vez a Argentina por los puntos.

Bendito 15 de octubre.

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