¿Error tipo I?




LA AUTOCRÍTICA que asumió el Frente Amplio por la baja movilización de su electorado en la última elección primaria, sumado a la ausencia de la Nueva Mayoría, y la escasa adhesión ciudadana que ostenta hoy el gobierno, volverán a centrar el debate en torno a si estos resultados son la consecuencia de un diagnóstico equivocado o, como algunos instalaron, si la explicación debe rastrearse más en un mal diseño e implementación de las reformas que se llevaron adelante. Y aunque probablemente pudiéramos enumerar un extenso listado de desaciertos, improvisaciones y vulgaridades en la elaboración de la política pública, me interesa volver una vez más sobre lo que pudo ser una sobreinterpretación de determinadas coyunturas y malestares -reales y legítimos, por cierto- pero que nos condujeron a decisiones que chocaron con el sentir de muchos ciudadanos.

Es mi impresión, que las externalidades negativas de nuestro modelo de desarrollo, donde afloró con mucha fuerza el tema de la desigualdad, los abusos y las promesas incumplidas de la movilidad social -siendo la cuna el factor que todavía determina de manera predominante el futuro de las personas- pudo alentar la ilusión de que la única manera de corregir estas injusticias consistía en alterar las bases fundamentales de nuestro sistema económico y social. Sin embargo, dicha solución pareció obviar, o al menos subestimar, las otras importantes bondades del sistema para una parte significativa de los ciudadanos -diremos de manera provisoria la emergente clase media- las que no solo son valoradas por las personas, sino que también incorporan como un activo en el propósito de conseguir mayor bienestar personal y familiar.

Entonces, ¿era correcto que la mayoría de los ciudadanos quería que se terminara la fiesta o, por el contrario, más bien anhelaban ser parte de la misma? De la respuesta a dicha pregunta devienen consecuencias muy diferentes. Por de pronto, impacta al sentido y propósito de la política pública, especialmente en la dirección y profundidad de los cambios que se pretenden implementar. Para ser más gráficos, y siguiendo con nuestra metáfora, una manera de manifestar nuestra indignación por la injusticia que significa excluir a tantos de la fiesta, es terminar con ésta, sea quemando el local o reventando el generador. Otra forma de proceder, siempre intentando interpretar el anhelo de esos no invitados, es justamente garantizar su ingreso a la misma, asegurándonos que sean tratados con dignidad y que puedan disfrutar en igualdad de condiciones con los otros asistentes.

Asumiendo que para estas elecciones el discurso y relato de la derecha irá por la "restauración", la definición clave de las fuerzas de centroizquierda -o un parte de ella- es si, en la correcta interpretación de sentir ciudadano, el esfuerzo es de "sustitución" de nuestro modelo económico y social o, cosa distinta, de "inclusión"; promoviendo cambios para que sus frutos se distribuyan de manera más justa e igualitaria.

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