Que esta bandera flamee para todos




El inicio de las fiestas patrias en nuestro país está marcado por la presencia de nuestra bandera nacional. Cada casa debe tenerla obligatoriamente, cada niña o niño en el colegio hace alguna manualidad con  ella, cada guirnalda que adorne el patio para el asado del feriado tiene los colores blanco, azul y rojo.

Sin embargo, pareciera que durante el resto del año nos olvidamos de ella, con la excepción de algún triunfo de la selección o alguna actividad oficial. Por lo general, la bandera flamea en nuestros corazones y en nuestras casas sólo en septiembre, como si ser chileno o ser patriota fuera una actitud esporádica, un traje de fraternidad y buenas intenciones que nos ponemos los primeros días de septiembre y guardamos en el clóset el primer día de octubre, hasta que venga el otro año.

La bandera chilena es mucho más que eso. La bandera es, o debiera ser, el símbolo de una nación que se une frente a la adversidad, que se levanta una y otra vez, que se ayuda a sí misma a seguir caminando. Un país que se rige bajo principios democráticos y republicanos, un paño que reivindica algo tan grande como la independencia, la libertad, la justicia y los derechos.

A pesar de eso, nuestra bandera flamea día y noche en algunos sitios que, incoherentemente, hemos decidido marginar como país. La bandera chilena flamea, a veces furiosa, en todas las casas de un campamento a las orillas del río, a veces flamea resignada en un grupo de viviendas precarias al lado de un basural, o incluso en el basural mismo. La bandera flamea despacio en la casa de una familia de seis, que vive en una pieza, sin agua, luz ni alcantarillado.

Nuestro símbolo patrio de unidad, de libertad e independencia, flamea como nunca en estos lugares que quizás poco tienen que agradecerle a un país como el nuestro. Un país que los ha marginado consistentemente, que ha discriminado a sus ciudadanos más pobres solo por eso, por ser pobres. Un país con una Constitución que no les reconoce su derecho básico a una vivienda digna.

¿Y no significa ser patriota preocuparse por esto también? ¿No significa ser patriota abogar porque todos en este país tengan acceso a una vivienda adecuada? Ser patriota también es procurar que esta casa que es Chile sea un techo donde nadie quede fuera, entender que no podemos seguir segregando a las personas por la plata que se tiene en el bolsillo.

Es impresionante cómo las familias de los más de 700 campamentos que hay en Chile siguen confiando en su patria, poniendo la bandera todo el año en cada una de sus casa. Ese Chile que supuestamente debe velar por protegerlas ante un desalojo, que debe garantizarles dignidad y derechos, que debe ponerlas en el centro y no en el margen.

Espero que estas fiestas patrias sean todo el año, que este espíritu fraterno y de unidad no sea solo para la fonda o para el asado. Que la bandera chilena flamee para todos, ampare a todos bajo sus colores blanco, azul y rojo. Que la estrella patria ilumine todas las casas y no solo las de los que tienen para pagar la luz, que sobre todo ilumine allá donde no hay luz, allá donde los derechos más básicos no existen y donde la humanidad desaparece.

No le demos la espalda a quienes son patriotas todo el año tratando de sacar adelante a sus vecinos y comunidades, a quienes luchan día a día por salir del campamento y tener una vivienda digna. Ese es el mejor ejemplo de patriotismo real e incondicional, y todos deberíamos reconocerlo siempre.

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