¿Está bien el país?




El ser humano es imperfecto. No hay entonces países ni estados perfectos. Las utopías pertenecen solo a la mente e imaginación humana, lo que no deja de ser interesante si quisiéramos entender mejor la extraña condición de ser humanos. Si entonces comparamos realidades con utopías, siempre perderán las realidades. Ese es el engaño del populismo y las malas ideologías transformadas en religiones. Por cierto, lo anterior no significa renunciar a tratar de ser mejores, pero debe ser con los pies parados en la tierra, a partir del ser humano como es y no como nos gustaría que fuese. Lo que debemos comparar son realidades versus realidades alternativas. Todas imperfectas y con problemas. Las religiones ofrecen la perfección en la otra vida, no en la presente.

Sin embargo, hay países claramente mejor administrados que otros dentro de su imperfección y restricción de recursos. Hay clases políticas (las que dan la gobernabilidad) que son mejores que otras, es decir, genuinamente más generosas y honestas. Lo más difícil en la sociedad moderna es conciliar lo personal y lo colectivo. Es un equilibrio que debe responder a la sabiduría, que es quizás el gran ausente al menos en nuestro país. La sabiduría es enemiga del fundamentalismo, del extremo racionalismo, y de la trivialidad de los slogans populistas. La mayoría de quienes se autodefinen como "servidores públicos" en realidad tienen el ego muy grande y no solo buscan el reconocimiento público, sino que muchas veces la riqueza, por más que lo quieran negar. Es cosa de ver cómo viven muchos de ellos, lo que poco se parece al altruismo del servicio a los demás.

Los empleados "públicos" hoy ganan más que los privados y trabajan menos. De que los hay genuinos, los hay, pero ya no son la mayoría. La afiliación a los partidos políticos opera como una agencia de empleo, al menos en la así llamada centro izquierda chilena. Son literalmente cientos de miles de empleos en juego. Las empresas públicas son frecuentemente botines de la política, sobrepasando a sus genuinos administradores. Los cupos parlamentarios se pelean casi a cuchillo.

Gobiernos que ofrecen maravillas instantáneas para los más desposeídos terminan aumentando la pobreza. Igual que la Inquisición que literalmente mataba seres humanos en nombre de su fe.

En tiempos de elecciones se exacerba todo lo anterior. Lo peor del ser humano sale a flote. La izquierda parece tener como único norte que no sea elegida la derecha, alegando una superioridad moral que jamás ha tenido, sino justo al contrario. Divide al mundo en buenos y malos.

Hoy no manda la inteligencia y el conocimiento, sino el que grita más en las calles, lo que induce a muy malas políticas públicas. El tema de niños del Sename y de los viejos indigentes está totalmente abandonado. La CUT tiene ideas del siglo pasado. La corrupción aparece por todos lados, tanto en lo público como en lo privado, con empresas que se coluden. La centralización sigue pese a los discursos. Las ciudades cada vez más contaminadas y atascadas. Ni hablar del transporte público. Ahora se nos escapó el Sida, se encontró corrupción en Carabineros, nadie entiende lo de Tiltil, se investiga un posible cartel del fútbol; en fin, la lista es interminable. Todo ello va generando más y más polarización.

Lo que interesa de un gobierno son sus resultados, no sus promesas. Espero que el país elija con sabiduría, no a flautistas de Hamelín.

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