Falta de decoro




Los detractores del nombramiento del presidente del Senado en el Consejo Resolutivo de Asignaciones para el siguiente periodo legislativo, se basan en la negativa suya a entregar los antecedentes que solicitó el Ministerio Público sobre asesorías parlamentarias, lo que implicaría una actitud proclive a la falta de transparencia.

Personalmente pienso que ese argumento es un pretexto, pues en definitiva fue una oposición del Senado como tal, ante una petición de dudosa amplitud. Estas solicitudes deben referirse a datos específicos ante la investigación de hechos concretos y no pueden ser de carácter general, lo que en su momento se entendió como que la fiscalía andaba a "la pesca" de delitos en un poder independiente.

Creo que la verdad es otra, que la nominación de Zaldívar molesta por el aroma que tiene al juego de las "sillas musicales". Es decir, la práctica de aquellos que ejercen el poder de rotarse en los puestos públicos, mediante lo que se advierte son arreglos políticos hechos en "la cocina", en la acepción que el propio Zaldívar le ha dado al término. En particular, irrita el hecho que habiendo perdido su asiento en el Senado por decisión soberana del pueblo, pase a ocupar otra función pública sin solución de continuidad, casi como premio de consuelo. Y peor, a una cuya designación depende del órgano que actualmente integra y preside. Así, pasa de presidente de los regulados a integrante de los reguladores (y quizás luego se le nomine presidente de éstos). Que según él se lo hayan pedido, y que se haya marginado de presidir la parte de la sesión en que se votó la nominación y abstenido de votar, no es suficiente para asegurar una transparencia en el resultado de la votación. La mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo.

La nominación aprovecha la debilidad en la redacción de la norma que creó en el Consejo y contradice su espíritu. Ella dispone que se elija un exsenador y un exdiputado, además de otros, incluido un ex ministro de Hacienda. Como Zaldívar no es un "ex" senador, se le eligió como ex ministro de Hacienda que fue entre 1968 y 1970. Y como contrapartida, se eligió a José Antonio Gómez, actual ministro de Defensa, en la plaza de exsenador. Resquicios que evitan el propósito legal que no se nombren "actuales" sino a "ex" autoridades. Poco importó que la Constitución diga que el cargo de senador es incompatible "con todo empleo o comisión retribuidos con fondos del Fisco" y que ningún parlamentario "puede ser nombrado para un empleo, función o comisión de los referidos". Infringir esta prohibición, que se refiere a la sola nominación, aunque se asuma después, es una causal de cesación en el asiento senatorial. Pero qué importa, queda tan poco.

Una suerte de auto designación que en el mejor de los casos constituye una falta de decoro, pero en el peor una infracción constitucional y la negativa a escuchar a la ciudadanía que pide insistentemente una renovación de la política. Más desprestigio para ésta.

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