Fin de la democracia en Venezuela




Día tras día, la crisis en Venezuela se agrava. Aunque está recibiendo mucha atención en estos días, el deterioro dramático del país es producto de muchos años de mal gobierno y corrupción masiva. El año crítico fue 2013, cuando el precio de petróleo colapsó y murió Hugo Chávez, quien fue elegido democráticamente pero mostró tendencias autoritarias desde el comienzo. Su sucesor, Nicolás Maduro, carece de su carisma y habilidad política, y ha tenido que gobernar con muchos menos recursos, un chavismo fracturado, y una oposición que, a pesar de sus diferencias internas, ganaría cualquier elección libre y justa.

En ese contexto, la cúpula del chavismo redobló la apuesta e instaló una nueva Asamblea Constituyente. La maniobra es rechazada por la comunidad internacional y por el 70 por ciento de los venezolanos. Con la payasezca "elección" del 30 de julio, boicoteada por la oposición con razón, Maduro consolidó un régimen autoritario.

Desde que se instaló, la Constituyente ha actuado para eliminar cualquier desafío al gobierno y barrer con toda señal democrática de las instituciones. De hecho, los 545 delegados ya han despedido y reemplazado a la fiscal general, exchavista, y quien habia asumido posiciones contrarias a Maduro. Más grave aún, la Constituyente declaró que tenía la facultad para anular cualquier decisión tomada por la Asamblea Nacional, democráticamente elegida y dominada por la oposición.

Al mismo tiempo, la represión del régimen se ha vuelto más sistemática, con una ola de detenciones de alcaldes opositores. Se estima que hay alrededor de 600 presos políticos. Desde abril, la represión violenta de protestas callejeras ha dejado más de 130 muertos.

¿Cuándo y cómo saldrá Venezuela de esta crisis interminable? No hay buenas opciones. El año pasado fracasó un intento de diálogo en el marco de Unasur y apoyado por el Vaticano. Además, a pesar de algunas novedades como la suspensión de Venezuela del Mercosur, la reacción de los países de la región ha sido tardía y decepcionante. La declaración de 12 cancilleres en Lima esta semana fue contundente, pero no está claro si la retórica se acompañará con medidas más concretas.

En Washington, el trabajo multilateral a través de la OEA, cuyo secretario general Luis Almagro ha asumido una posición firme, se ha combinado con sanciones bilaterales contra funcionarios del régimen, incluyendo Maduro. Esta estrategia empezó con Obama y se ha expandido bajo Trump. La apuesta es que provocarán fracturas dentro del chavismo, incluyendo entre las fuerzas armadas, creando condiciones para una transicion democrática.

Pero hasta ahora no hay señales de que las sanciones individuales estén resultando. La administración Trump está estudiando sanciones sectoriales -por ejemplo contra la importación de petróleo venezolano- que serían muy costosas para el país y su población.

Por cierto, no se pueden descartar escenarios muy pesimistas en Venezuela, incluyendo más violencia. Pero es urgente pensar instrumentos para que la comunidad internacional, una oposición unida con un liderazgo y estrategia claros, y miembros del régimen que saben que este experimento está agotado, puedan trabajar juntos para poner fin a esta tragedia en nuestro hemisferio.

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