Cómo fortalecer los partidos




NO HAY democracia sin partidos políticos, no hay buena democracia sin buenos partidos políticos. Es esencial entonces que privilegiemos su calidad y eficiencia para gobernar bien.

Yo apoyo los avances propuestos por el gobierno y aprobados en el Parlamento para mejorar los partidos políticos: registro de nuevos militantes, financiamiento público, límite a gastos de campaña, sanciones hasta con la pérdida del cargo elegido y transparencia. Sin embargo, advierto que a ratos confundimos los instrumentos con el objetivo de mejorar los partidos, y nos ponemos exigencias de plazo que pueden atentar contra el objetivo principal.

Cuando expresé la posibilidad de flexibilizar los tiempos aunque fuese un mes, pensé que serviría para evitar el riesgo de dejar fuera a partidos nuevos y a jóvenes que pueden mejorar la democracia, y cancelar a partidos existentes cuya formación y desarrollo ha requerido el esfuerzo de miles de personas por largo tiempo. También se correría un riesgo innecesario de dejar fuera a muchos candidatos. Consideré, además, que los plazos no deben concebirse como una imposición a los partidos, sino como una facilidad que se concede a los ciudadanos, para quienes no es fácil registrarse.

Además, después de la tremenda embestida contra la política, y la descalificación de políticos y partidos no es fácil convocar a las personas. Espero equivocarme y que todo resulte bien. Pero quisiera aprovechar este debate para instar a que pongamos por delante lo principal: mejorar la política, fortalecer los partidos y atraer a los ciudadanos. Los instrumentos no son un fin en sí mismo, dependen del propósito para el que se utilicen.

Por ejemplo, el mismo sistema de refichaje acaba de ser instalado por el gobierno venezolano, para postergar las elecciones de gobernadores y debilitar más aún la democracia. Allí, el instrumento refichaje sirve para propósitos opuestos al nuestro. Por eso creo indispensable tener siempre presente el fin que se busca, y adecuar a ello los procedimientos. Siguiendo este mismo criterio, sugiero poner atención de inmediato al uso que los partidos están dando al financiamiento público. El fin de otorgar ese financiamiento, que buscamos por largos años, es impedir que los partidos caigan bajo la influencia de grupos económicos o vivan en la inopia y no puedan cumplir bien sus funciones. Pero también se puede hacer un uso equivocado con consecuencias nocivas para los partidos. Si algunas dirigencias de partido usan esos recursos para contratar funcionarios y controlar la institución en vez de destinarlos a estudiar los problemas nacionales, promover ideas, recoger puntos de vista ciudadanos, formar jóvenes, estaríamos desviándonos de los objetivos buscados.

La transparencia es crucial y debemos resguardar la integridad y probidad de tantos miles de chilenos y chilenas que han confiado en los partidos políticos. Asimismo, si pensamos en los objetivos democráticos superiores también debemos incrementar la capacidad de los partidos de elaborar programas de gobierno. Los partidos programáticos son una barrera al populismo y al caudillismo.

Además, la formación técnico política de calidad para jóvenes es una garantía de responsabilidad para asumir tareas de Estado. Chile ha tenido la ventaja de contar con partidos políticos que dan estabilidad y evitan la irrupción de personeros sin respaldo, hasta ahora.

Fortalecer el sistema de partidos es crucial para impulsar reformas con respaldo ciudadano, evitar el populismo y dar buen gobierno. Porque hacer buen gobierno es esencial para afirmar la democracia.

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