Francia: lecciones de una inédita primera vuelta presidencial




A pesar de los pronósticos apocalípticos,  el electorado francés se ha comportado más o menos como se esperaba. El paso del Emmanuel Macron (23,9 %) y Marine Le Pen (21,7%) en la segunda vuelta presidencial reconforta el espíritu de quienes temían un duelo entre Le Pen y el candidato de la izquierda "radical", Jean-Luc Mélenchon (19, 2 %), quien no estuvo lejos de situarse en la tercera plaza, obtenida en definitiva por François Fillon (19,75 %).

Si el escenario es por tanto, el previsto, ¿en qué radica el exacerbado interés de los medios y de la opinión pública internacional por estas elecciones, en cualquier caso normales a la vista de los resultados? Podemos identificar al menos 4 interrogantes que encuentran su respuesta en esta (inédita) primera vuelta presidencial francesa.

Reconfiguración del paisaje político tradicional. La tradicional división en dos grandes opiniones, a saber socialistas y conservadores, comienza a reconfigurarse. Si bien hasta ahora eso no significa un completo reordenamiento de las fuerzas políticas, habría por lo menos que tomar nota de la irrupción de un nuevo centro político, así como de la renovación de un polo de izquierda fuerte. La consolidación de una votación dura asociada al Front National cierra este nuevo cuadro, marcado por la emergencia de un escenario más complejo, donde los alineamientos característicos de los últimos 50 años se han vuelto más difusos.

El fracaso rotundo de las primarias. Esta primera vuelta fue precedida por dos elecciones primarias de importancia: de "Les Républicans" (ex UMP) y del PS. En el primer caso, el éxito rotundo de François Fillon fue tal, que nadie podía esperarse que un triunfo tan potente contra el candidato favorito de las encuestas, Alain Juppé, se diluyera solo en unos cuantos meses debido a un polémico proceso judicial que compromete a Fillon y su esposa, Pénelope. En el segundo caso, el triunfo de Benoît Hamon en las elecciones primarias del PS solo significó la solución de un diferendo intra-partido, pues se supo desde el comienzo que Hamon tendría una dura tarea cohesionando su propio campo. El apoyo público que confirió Manuel Valls a Macron hace algunas semanas puso la lápida a las pretensiones de Hamon de remontar en las encuestas, dejando en el aire la extraña sensación de que las primarias solo contribuyeron a acentuar las diferencias al interior de su electorado.

Las encuestas no siempre se equivocan. En el último tiempo, han surgido una serie de críticas a la capacidad de las encuestas para predecir los resultados electorales. Big data, sondeos a salida urna, todo ha sido bueno para intentar destronar a la demoscopia como el principal oráculo de la vida política. Sin embargo, en este caso, las encuestas predicen bien el resultado grueso, a excepción de la tasa de participación real (77,3%), que fue un poco más alta de la esperada. Esta experiencia demuestra que, al menos en Francia, las razones profundas del voto se expresaron de manera más intensa, por sobre las variables contextuales y/o ambientales. La intención de voto, en el actual escenario, habría sido menos sensible de lo que se creía a ciertas variaciones del clima de opinión.

El fenómeno de "Les Insoumis": ¿el nuevo Podemos? El vínculo no es forzado. Las relaciones entre Jean-Luc Mélenchon y el Podemos de España no son una sorpresa. Tampoco lo son sus coqueteos con Venezuela, Ecuador o Cuba. Pero lo que si debiera llamar la atención es el sorprendente resultado obtenido, superando con creces el 10 % de las preferencias que recibió el mismo Mélenchon en la primera vuelta del 2012. La erosión del electorado de Hamon, una campaña fuertemente orientada hacia los contenidos en redes sociales y un esfuerzo sostenido de aterrizar al programa, parecen haber sido las claves de este éxito. Queda pendiente aún saber si los insumisos serán capaces de capitalizar este resultado en las elecciones parlamentarias de junio, consolidando con ello su presencia e influencia política en los próximos cinco años.

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