Francia, una triste elección presidencial




El 23 de abril millones de franceses concurrirán a las urnas para elegir a su presidente, quien dirigirá los destinos de Francia por los próximos cinco años.

La candidata del Frente Nacional, Marine Le Penn tiene serias posibilidades de pasar a segunda vuelta. La opinión internacional y la prensa, mayoritariamente, ven como preocupante el avance de las ideas nacionalistas, euroescépticas y antiinmigración que Le Penn representa, que toma la forma de un populismo catalogado de "derechas". La candidata se ha reunido con Trump, y no ha ocultado su intención de convertirse en la sorpresa de este ciclo electoral, tal como lo fuera el magnate inmobiliario en Estados Unidos. También se ha reunido con Putin, mostrando simpatías por el llamado "autoritarismo democrático", que poco respeto ha demostrado por los derechos y libertades de las personas.

Pero la verdadera amenaza no es Marine Le Penn, ni el Frente Nacional. A primera vista se podría tener la impresión que los franceses tienen una amplia gama de proyectos por los cuales decidir. Sin embargo, la realidad es más bien otra: prácticamente todos los candidatos son abiertamente hostiles a las ideas de la libertad, y por tanto a la sociedad libre, dejando solo al candidato de Republicanos como tributario de esta visión. Este último, envuelto en escándalos por posible corrupción ha perdido fuerza, y su paso a segunda vuelta se ve cada más más difícil. Al revisar las propuestas, la inspiración de sus movimientos y partidos y los discursos de los otros candidatos, queda en evidencia la triste realidad: los franceses elegirán entre alternativas de estatismo y dirigismo, que desconfía de la actividad de los privados y simplemente no acepta que una economía libre es el complemento necesario de la libertad política.

Este lamentable panorama en el plano de las ideas se ha ido construyendo paulatinamente. La centroizquierda política ha contribuido decididamente, extremando posiciones y abrazando el populismo, especialmente en materia económica. Por su parte, la centroderecha ha sido incapaz de levantar una verdadera alternativa al estatismo y asistencialismo, sucumbiendo ante una suerte de consenso en torno a "lo políticamente correcto". Así, salvo matices, el discurso político francés muestra una convergencia hacia ideas donde un gran Estado tiene un rol predominante en la vida nacional.

El ascenso de la mal llamada "extrema derecha" -otra versión del estatismo- y de los movimientos más radicalizados desde la izquierda política se explica en gran medida por la incapacidad de la socialdemocracia para hacer frente a los desafíos actuales del país. Entre ellos destacan el desempleo, elevado costo de vida, inmigración, estancamiento de la movilidad social y terrorismo. En especial este último, que tras el reciente atentado en los Campos Elíseos en París amenaza con inclinar a muchos votantes por la candidata del Frente Nacional. El temor puede cambiar profundamente el comportamiento electoral, como ocurrió en España tras los atentados en la Estación de Atocha el 2004.

Francia al igual que otros países de la Europa continental, no ha experimentado un periodo de reformas destinadas a expandir la sociedad libre, donde las ideas de justicia y libertad sean el eje central. Inglaterra en los ochenta y Suecia en los noventa realizaron una serie de reformas, transformaciones y cambios que permiten hoy enfrentar de mejor manera el incierto panorama global. Este es el gran desafío francés, que no será resuelto en esta elección.

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