Fue el temor




La victoria de Sebastián Piñera estaba entre las posibilidades y no resultó sorpresa. Pero nadie anticipó la diferencia de nueve puntos, ahí nos equivocamos todos. Más aún, contradijo el pronóstico de muchos en cuanto a que sus posibilidades solo existían en la medida que disminuyera el número de votantes, mientras que una mayor asistencia mejoraría la chance de Alejandro Guillier. Pues sucedió lo contrario: concurrió más gente a sufragar y Piñera se hizo de la victoria por amplio margen. Las cifras se pueden analizar de cualquier manera y atribuir el resultado final a variados efectos, pero es bastante claro que el grueso de los votantes que se agregó en el balotaje se inclinó por el expresidente. Difícil explicar de otro modo dicho margen. Gente que inclinándose a favor de Piñera en primera vuelta no concurrió a votar. La pregunta es qué los movilizó en la segunda.

La tentación del comando ganador seguramente será atribuirlo a las propuestas que se hilaron, a que "se escuchó a la ciudadanía", pero la verdad es que es poco probable que el viraje de última hora con la promesa de más gratuidad haya sido lo que sedujo a concurrir a sufragar, cuando ese beneficio también fue ofrecido por el adversario y con más credibilidad. La realidad es que la movilización de los remolones se debió al temor a lo que podía venir de ganar Guillier: que la retroexcavadora continuara su labor y con renovados bríos, bajo la presión del Frente Amplio. Escenario en el cual la gratuidad fue una promesa innecesaria y contraproducente, porque reflejó nerviosismo y debilidad -la vuelta de carnero fue manifiesta-, y prestó la oportunidad para que el gobierno dijera que ganó, a pesar de la derrota en las urnas, porque su agenda ha sido asumida por todos.

Lo positivo es que se demostró que la centroderecha puede lograrlo, que puede movilizarse y ganar el gobierno; que no está condenada a ser minoría. Lo negativo fue que lo logró por temor y no por convicción. Qué distinto sería si esa capacidad de movilizarse para defender lo que se tiene y cree se demostrara cotidianamente, con una defensa convencida y orgullosa de las propias ideas y soluciones. Al votante del sector lo anima siempre un pesimismo que lo conduce al entreguismo y al voto por el mal menor. La gran tarea es cambiar esto; hay que salir a convencer, pues los votos se pueden lograr, si las cosas se hacen bien, pero sin comprar las banderas que enarbola la izquierda, porque de lo contrario serán éstas las que terminen rigiendo el país, como nos dijo ahora el gobierno que sucedió.

¿El nuevo gobierno de Sebastián Piñera será expresión de que aquello se ha comprendido cabalmente? Tengo serias dudas, a la luz de lo que fue su anterior administración y su inclinación recurrente a agradar a la izquierda, más que a los que votaron por él. Nos han dicho que cambió. Ojalá así sea. Lo sabremos al final y dependerá de un solo parámetro: a quién le entregue la banda presidencial.

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