Entre el fuego y las brasas




LA MALA suerte ha querido que el encargado de enfrentar la peor ola de incendios forestales en 50 años sea el gobierno más inepto e indolente que el país ha tenido en décadas. La desafortunada coincidencia ha puesto a las víctimas en un dilema imposible: enfrentan, por un lado, imparables llamas cuya furia quema sus campos y propiedades y que ya ha costado seis vidas; por otra parte, deben lidiar con unas autoridades incapaces de coordinar respuestas efectivas, que una vez más se muestran confundidas y superadas en el momento en que la ciudadanía más las necesita. Las poblaciones afectadas no encuentran salida: están entre el fuego voraz y las brasas de un gobierno inoperante.

Dicen que la ocasión hace al héroe. Los héroes del momento son los bomberos, los brigadistas y los carabineros, en especial los que han entregado la vida tratando de aplacar el fuego. Ellos son valientes soldados en una lucha desigual. Sin embargo, aunque resultan imprescindibles para pelearlas, los soldados no ganan las guerras. Son los generales los que lo hacen. Pero aquí no ha surgido nadie que lidere la batalla contra el fuego. Ese puesto está vacío, pese a que es crucial.

Quien debería ocupar ese espacio es Michelle Bachelet. Más que nadie, ella debería saberlo, porque su salto a la primera escena nacional ocurrió cuando, a bordo de un vehículo blindado, enfrentó las inundaciones de 2002. La Presidenta parece haber olvidado la grandeza y potencia de ese gesto simple: la gente se sintió acompañada y supo que una autoridad estaba a cargo, se preocupaba de sus problemas y estaba dispuesta a compartir sus dolores y atender sus necesidades.

Nada de eso asoma hoy. El desamparo es total. La Presidenta y su gobierno demoran las decisiones y se distraen en pequeñeces, al punto que la gente deposita sus esperanzas en un avión traído desde EE.UU. por iniciativa de una particular. De manera increíble, el gobierno parece haber abdicado de sus responsabilidades. Ayer, de visita a la zona arrasada por los incendios, la Mandataria admitió que hay una "sensación de descontrol que afecta a todos". Una confesión inquietante.

Tratando de justificarse, la Jefa de Estado dijo que "nunca en la historia de Chile ha habido un incendio de esta dimensión". Pero entonces, ¿por qué las medidas han sido tan tardías e insuficientes? ¿Por qué no vemos a todo el gobierno volcado a las tareas requeridas para aplacar una emergencia inédita? La respuesta a esas y otras interrogantes similares es aterradoramente sencilla: porque este gobierno es crónicamente incapaz de ofrecer en tiempo y forma soluciones satisfactorias. En los últimos años nos hemos acostumbrado y hemos aprendido a convivir con esta mediocridad. Pero, como el que es inútil en lo pequeño también lo es en lo grande, ahora la realidad de tanta ineptitud se ve magnificada por un desastre de proporciones bíblicas. Tenemos que resignarnos a que mucha más tierra, árboles y propiedades se quemen antes de que este gobierno encuentre una solución para la catástrofe.

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