Gobierno semipresidencial para Chile




COMO LO planteábamos en la columna anterior, resulta prudente comenzar a debatir las cuestiones esenciales que debiera contener una nueva Carta Fundamental para Chile. En esa perspectiva, tal como lo hacemos en el libro "Sobre derechos, deberes y poder. Una Nueva Constitución", es necesario optar por el tipo de sistema político que deseamos darnos como sociedad.

La principal característica de esta forma de gobierno (semipresidencialismo) es distinguir entre el Presidente de la República, como jefe de Estado y el primer ministro, como jefe de Gobierno, donde el mandatario es elegido por sufragio universal, de modo que está muy lejos de constituir una figura exclusivamente protocolar, como suele ocurrir en algunos regímenes parlamentarios.

En esta forma de gobierno, el Presidente es por su forma de elección, un auténtico representante de la ciudadanía que se ubica en el mismo nivel del Parlamento y por encima del primer ministro y ministros.

El segundo rasgo determinante es que el Presidente nombra a su primer ministro, que es el jefe de Gobierno, o a quien le corresponde el ejercicio del Poder Ejecutivo, pero para poder asumir y permanecer en el cargo, el primer ministro requiere el respaldo de la mayoría parlamentaria.

Los dos cargos anteriores configuran una forma de gobierno, que a nivel del Ejecutivo, posee una estructura dualista pues coexisten Presidente y jefe de Gobierno.

En la realidad de América Latina el predominio es, casi sin contrapeso, del presidencialismo en el marco de un pluripartidismo, normalmente extremo, lo que es causa fundamental de una realidad donde coexisten presidentes de la República que se mantienen a pesar de la bancarrota de su apoyo popular. Visto en perspectiva, el sistema chileno ha cargado con el peso de estas dos realidades que al coexistir crean más problemas que oportunidades: presidencialismo y pluripartidismo. El presidencialismo ha sido un rasgo invariable del sistema político chileno a través de todas sus constituciones. A su vez, el multipartidismo ha sido otra de sus constantes desde el surgimiento del sistema de partidos. Conscientes de que resulta utópico postular una forma de gobierno parlamentaria para Chile, pero que, a la vez resulta inconveniente el actual presidencialismo exacerbado, entonces, ¿cómo articular una relación virtuosa entre el Ejecutivo y el Legislativo, en ausencia de las dos formas de gobierno anteriores? ¿Hacia dónde ir?

Al impulsar reformas al sistema político hay que atender a la realidad histórica de cada país y, la de Chile, nos habla de lo arraigados que están presidencialismo y pluripartidismo, con un Parlamento que ha servido como una arena política de transacción y compromiso.

Hacerse cargo de esas realidades, evitando ejercicios académicos es lo que nos lleva a postular la posibilidad de un semipresidencialismo, en la perspectiva de lograr una mayor gobernabilidad democrática.

Si queremos en serio debatir sobre una nueva Constitución o sobre reformas a la actual (que parece ser la tesis del abanderado de la derecha) resulta indispensable profundizar en temas como éste: pueda ser que el debate de los candidatos salga de los meros titulares y de las vagas consignas tanto en lo político como en lo económico.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.