Imperativo cambio de rumbo




Las cifras de cuentas nacionales dadas a conocer por el Banco Central la semana pasada fueron una mala noticia. De acuerdo al instituto emisor, el crecimiento del PIB del primer semestre de 2017 fue de solo 0,5%, la cifra más baja registrada desde 2009, cuando el país se encontraba en medio del remezón financiero que afectó a los mercados. Sorprendentemente, en un contexto internacional bastante favorable, nuestra economía continúa debilitada, y si la medición se realiza en términos per cápita, lo que las cifras muestran es que estamos retrocediendo.

Pero ésta no fue la única mala noticia. Tan o más preocupante que lo anterior ha sido la estimación del PIB tendencial realizada por el grupo de expertos convocados anualmente para estimar este parámetro, de cara a la elaboración presupuestaria del año 2018, la cual fue ajustada a 2,6%, continuando así la tendencia decreciente que hemos venido observando en los años recientes. Como factores determinantes de esta nueva proyección han influido el débil comportamiento de la inversión y un deterioro adicional en la contribución de la productividad al crecimiento, estimando los expertos una cifra negativa de -1,2% para 2017 por este concepto.

Estas cifras hablan por sí solas, y dejan de manifiesto que las deficiencias de las reformas más emblemáticas impulsadas por el gobierno, unido al cuadro de incertidumbre que han generado, nos han conducido por un rumbo que hoy día tiene a la economía chilena empantanada. Acercándose un nuevo ciclo político, para retomar la senda extraviada será imperativo introducir un golpe de timón que cambie el marco de referencia.

Como primer paso va a ser prioritario elaborar una agenda orientada a reimpulsar el crecimiento económico, reposicionando el rol del emprendimiento y la innovación como motor del desarrollo. Para esto será fundamental remover trabas que están afectando la inversión, corregir los problemas técnicos contenidos en las reformas aprobadas, y cambiar las señales que continúan afectando negativamente las expectativas. Pero ello no será suficiente para darle sustentabilidad al crecimiento económico. Hay que aprovechar esta oportunidad para reforzar las condiciones requeridas para que el país pueda insertarse exitosamente en la nueva revolución industrial que está teniendo lugar, y así lograr mejoras en la productividad que tomen en cuenta este nuevo escenario. Una legislación laboral más flexible, que se haga cargo de la realidad y de las necesidades del siglo XXI; un fortalecimiento de nuestro capital humano, partiendo en los primeros años de educación de nuestros niños, motivándolos con una actitud emprendedora y creativa para que puedan programar soluciones orientadas a resolver desafíos; una capacitación digital efectiva para los trabajadores chilenos; y un esfuerzo decidido para que todas las empresas y especialmente las de menor tamaño- puedan mejorar su competitividad y capacidad de innovación, de manera de posicionarlas para jugar un rol protagónico en este reimpulso al crecimiento, serán los elementos fundamentales requeridos para reencauzarnos al desarrollo.

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