Individuo




ALGUNAS PERSONAS han considerado que el "Manifiesto por la República y el buen gobierno" entrega poco protagonismo a la libertad individual. Esto merece ser discutido.

La libertad individual es una de las grandes conquistas humanas. Ella proclama que cada persona debe poder desplegar su existencia en el mundo de la manera en que lo crea conveniente, en la medida en que no cometa injusticias contra terceros. Así, ha sido la bandera de lucha y reivindicación de los distintos y los débiles en contra de la opresión del colectivo y sus prejuicios. Y también la defensa de la esfera privada, cuya distancia lúcida respecto a la esfera pública hace posible la deliberación y las libertades públicas.

La idea de contrato social nace, de hecho, como una alegoría política que permite imaginar las instituciones de la sociedad como si hubieran surgido de una cesión voluntaria de derechos por parte de los individuos, que serían anteriores a ella. Es una alegoría, claro, porque no es algo que haya ocurrido en la realidad. En los hechos, el ser humano es un animal gregario y mimético, que solo puede vivir una vida humana y realizarse en relación con otros seres humanos. Nacemos en una familia, aprendemos el mundo gracias a lenguajes que son patrimonios colectivos, tomamos como modelo de conducta a otros y actuamos buscando el reconocimiento de los demás. Los únicos seres humanos que han sobrevivido fuera de una sociedad humana son los niños salvajes que viven como animales.

Que las libertades individuales no sean anteriores a la sociedad, sino un producto de ésta, no debería, empero, desilusionar a los liberales. Ello no solo pone en evidencia su fragilidad, sino también la conquista cultural y política que significan. Y también el hecho de que defenderlas significa defender las condiciones sociales y políticas que las vuelven posibles, lo cual en ningún caso es lo mismo que promover el desanclaje del individuo respecto al colectivo.

¿Cuáles son esas condiciones sociales y políticas? Primero, un orden republicano: el poder debe estar organizado mediante divisiones y contrapesos para evitar la tiranía del Estado, pero también la de cualquier grupo social sobre otro. Segundo, un orden habilitante: deben crearse las condiciones positivas para que cada ser humano pueda desplegar sus capacidades. Crianza, nutrición, educación y salud son ámbitos esenciales en este sentido. Tercero, un orden subsidiario: debe buscarse un equilibrio entre Estado, mercado y sociedad civil que, además de distribuir el poder, distribuya las co-responsabilidades en distintos niveles, siendo el más básico el individual. Estos tres pilares son, justamente, los que hemos recogido en el Manifiesto.

La epopeya de la libertad individual, entonces, es un desafío colectivo que depende de un complejo entramado social. Por eso se equivocan los que la imaginan como una guerra entre el individuo y los demás seres humanos y sus instituciones. Esa guerra sería perdida rápidamente por el individuo: los hedonistas aislados de todos los partidos son presa fácil para los enemigos de la libertad.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.