Juegos de poder




Mucho se ha escrito acerca del liderazgo femenino de la serie Games of Thrones, encarnado principalmente por figuras como Daenerys Targaryen o Cersei Lannister, las dos reinas en disputa por el control de los siete reinos. O el caso de Sansa Stark, que sueña todo el día con el poder y su hermana Ayra, la niña dulce, hoy convertida en una suerte de máquina de matar. En fin, es una serie donde ellas son las que mandan.

Pero, si bien en esto la serie puede aparecer evolucionada, la verdad es que se queda en las apariencias. No hay mucho que aprender de ellas, porque muestran un estilo de liderazgo muy masculino, basado en la fuerza, a la vez que autoritario y duro. Malvado en algunos casos. Se podría decir que, mientras más poderosas son, menos atractivos se hacen sus personajes.

Curiosamente, con los hombres, sucede lo contrario. Relegados a posiciones secundarias, sus roles se han sofisticado. De alguna manera, han ganado un espacio y cariño por sus habilidades, su carisma, su lealtad.

El caso más emblemático es el de Tyrion Lannister, personaje castigado, marginado y objeto de burla de su propia familia, pero que, gracias a su astucia se ha convertido en uno de los favoritos de la serie. Ahora, como consejero principal de la reina de los dragones, es él quien intenta permanentemente convencer a Daenerys de la conveniencia de mostrar un liderazgo no solo basado en la potencia de sus dragones, un mundo de cenizas, sino en el convencimiento y respeto.

Jon Snow, es otro ejemplo. Si bien aparece como un gran líder, primero fue salvado por su hermana, luego resucitado por la hechicera y finalmente rescatado por Daenerys de una muerte segura a manos de los White Walkers. Es un hombre de ideales profundos, compasivo y hasta débil, algo que ha resultado especialmente atractivo.

Finalmente, está el caso de Jaime Lannister, a quien le cortan la mano, despojándolo de toda su grandeza como guerrero, lo que es el comienzo de su redención como personaje. El punto cúlmine de este proceso sucede en el capítulo final de la temporada, cuando, hastiado de las intrigas, decide abandonar a su hermana y amante, para no quebrar su promesa de luchar contra el enemigo común.

En suma, la serie muestra a hombres imperfectos -enanos, mancos, quemados- que alejados del poder, se convierten en personas sofisticadas, atractivas, llenas de carismas. Y de bellas mujeres, que una vez en el poder, se vuelven más duras, más apoyadas en la fuerza que en otra cosa.

Por eso, Games of Thrones está lejos de ser una serie sobre liderazgo. Es sobre el poder. Para la reflexión queda saber si era posible mostrar algo de las particularidades del liderazgo femenino. O si bien el autor piensa que aquello no existe. Que los caminos para llegar a él son siempre extremos y que, una vez conseguido, es siempre implacable, lo ostenten ellas o ellos.

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