La Católica no tiene la culpa




La decisión de Enrique Osses, suspender el partido en los 56 minutos, es impecable. Si uno de los protagonistas es agredido por el público, corresponde lo obrado por el juez. Todo lo demás, si le pegó, si no le pegó mucho, que era un papel, que un rollo, que no le duele tanto y las variadas leseras que se escucharon y leyeron a hinchas, pero también a dirigentes y jugadores, está fuera de lugar.

<em>El directorio de la ANFP tiene la palabra. Era poco serio que la definición se tomara en el vestuario del árbitro, a través de llamadas telefónicas, WhatsApp o mensajes de texto. Y menos con presiones tan parecidas a las que nuestro fútbol vivía en los años 80.</em>

Pegar un portazo en la cara al presidente de la UC, Jaime Estévez, y el gerente del fútbol cruzado, José María Buljubasich, no sólo es una ordinariez. También es buscar la ventaja pequeña, rasca, de tratar de influir sobre el árbitro y los funcionarios de la ANFP en el Estadio Nacional. Mandar al equipo a la cancha y no avisar a la gente que el partido no se reanudaría es además irresponsable. Los funcionarios de Estadio Seguro se encargaron de comunicar que Azul Azul, con la resolución ya tomada por Osses y el gerente de competiciones, René Rosas, retrasó la comunicación.

Inexcusable las declaraciones de Johnny Herrera, quien recordó que muchas veces fue agredido por proyectiles y nada sucedió. Pésimo ejemplo, porque si lo atacaron, lo correcto era que el juego no siguiera. Lo mismo sucede con sus compañeros, quienes acudieron presurosos a la camilla de Fernando Meneses para enrostrar al volante por "ponerle tanto color".

Si la ANPF decide dar por terminado el cotejo y otorgar los puntos a la UC, no habría nada que reprochar. El agresor estaba en zona de hinchas azules. Si en Quilín estiman que deben jugarse los minutos restantes, es necesario que, por justicia deportiva, Meneses esté presente. No es justo que el equipo de Martín Lasarte se vea obligado a efectuar un cambio por una acción ocasionada por la parcialidad del rival.

La pauta indicaba que esta columna se abocaría a analizar a Universidad Católica. Un ejercicio casi inoficioso, pero que no puede obviarse. Un primer tiempo opaco, salvado por el marco de público, con imprecisiones permanente de ambos en el manejo de la pelota. Bien la UC en el fondo, sin errores, con los cuatro zagueros sin fisuras y Enzo Andía rindiendo a gran altura.

Fernando Cordero salía por la izquierda. En la derecha, Meneses retrocedía mucho y no estaba fino. Ismael Sosa y Nicolás Castillo quedaban bien arriba, aunque aislado. Milovan Mirosevic asomaba como el volante más adelantado, suelto, mientras Tomás Costa se quedaba para organizar y sorprender con una pelota larga.

La "U" dejaba mucho terreno en la mitad, un campo despejado que invitaba al contragolpe, que los cruzados rara vez aprovecharon. Una diagonal de Cordero en los 15, con descarga hacia la derecha a Meneses, quien resolvió mal, fue la única situación de juego.  Cuatro minutos después un tiro libre de Castillo remeció un vertical y Cordero, a la salida de otro balón detenido, obligó a la buena intervención de Herrera.

Hasta que vino el gol. Gran pique de Sosa, superando a José Rojas y la definición de Mirosevic con la derecha arrastrada. Vino el complemento, levantaban los azules, hasta que los delincuentes volvieron a ponerse una chapita en la solapa.

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