La ciudad del verano




CUANDO SE acerca el fin del verano, vale la pena reflexionar sobre tres aspectos de la experiencia urbana que saltan a la vista cuando uno está de vacaciones: el carácter del espacio público, la oferta de equipamiento e infraestructura y la calidad del servicio.

La mayoría de los veraneantes viajamos dentro o fuera del país, lo que nos permite cambiar la rutina, comparar la ciudad de residencia con el destino y estar más atentos a estos factores. No solo porque gran parte del tiempo lo dedicamos a pasear o conocer nuevas ciudades, sino también porque estamos más expuestos a utilizar y compartir espacios públicos como parques, balnearios, playas, bulevares paseos, plazas y museos.

En este sentido, hay que destacar importantes avances en el desarrollo de nuevos espacios que ya no solo se lucen en los bordes costeros de Iquique o Talcahuano, sino también en localidades pequeñas como Dichato, Pelluhue y Tirúa. Así como celebramos estos nuevos espacios y nos admiramos con los paisajes de los lagos del sur, resulta frustrante que la exuberancia de los bosques sureños tenga tan pobre eco en sus ciudades. Localidades con entornos tan hermosos como Villarrica, Concepción o Puerto Montt sufren de una carencia de arborización lamentable, con ejemplos de poda que dejan a nobles árboles como muñones deformes. Mientras al otro lado de la cordillera nos maravillamos con calles engalanadas de hileras y sombras añosas, nuestras calles y platabandas lucen masas jibarizadas coronadas por marañas de cables sin uso.

En cuanto al equipamiento e infraestructura, su evaluación es más difícil, ya que por tratarse de temporada alta, muchos ven superada su capacidad. No solo autopistas, peajes o estacionamientos, sino también las atracciones, museos y lugares pintorescos. Mejor no hablar de la ocupación ilegal de lugares como la Plaza de Castro por hordas de mochileros que se instalan cual toma teniendo amplia oferta de albergues en la isla. Pese a lo anterior, tanto Sernatur como municipios y cámaras de comercio han hecho esfuerzos interesantes por regular el uso y diversificar la oferta, programando actividades tan relevantes como el Festival del Huaso de Olmué o la Feria y Fiesta Costumbrista de Castro, que amplían la oferta cultural de calidad.

Sin duda el factor más crítico por mejorar es el servicio. A diferencia de Colombia, Costa Rica o Argentina, donde servir es un honor y se nota en la cordialidad y atención, los chilenos lamentablemente tenemos la concepción que servir es humillarse, y todavía es difícil dar una buena y merecida propina. En esta línea, la gota que rebalsó el vaso del mal servicio fue la huelga de estibadores del Terminal de Pasajeros de Valparaíso la semana pasada, que dejó sitiados a cerca de cinco mil turistas de dos megacruceros, que quedaron sin conocer las bellezas del puerto o perdieron vuelos de regreso a sus países. Un sabotaje sin precedentes que muestra nuestra peor imagen país pese a lo legítimas que puedan ser las demandas de los trabajadores.

Es de esperar que al volver a nuestras ciudades empecemos a hacer turismo en casa, valoremos lo que tenemos y busquemos formas de colaborar para que la experiencia de nuestros espacios públicos, equipamiento y calidad de servicio mejore y se extienda más allá del verano.

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