La democracia no se rinde ante el terrorismo




Londres no sufría un atentado como el de este miércoles desde julio de 2005, cuando una célula local de Al Qaeda atacó con bombas un convoy del metro y un bus de dos pisos, que entonces dejó más de 50 muertos.

Hasta el momento, las cifras oficiales hablan de cuatro muertos (incluyendo al atacante) y casi 30 heridos de diferente gravedad. Y si bien el ataque fue reivindicado por el Estado Islámico, no existe certeza de que haya sido organizado desde lo que va quedando de su autoproclamado califato y que, por el contrario, realmente fue una iniciativa local "inspirada en el terrorismo internacional islamista".

Asimismo, aunque se confirmaron arrestos en la ciudad de Birmingham, donde Khalid Masood arrendó el vehículo 4x4 que utilizó como arma, su actuar se acerca mucho al perfil de un "lobo solitario" que eligió el momento propicio para actuar.

Cada nuevo atentado sienta un precedente por su ejecución y objetivos. El uso de vehículos motorizados como arma en contra de población civil es una técnica utilizada desde hace años en muchos países de Medio Oriente y que solo en el último tiempo se ha vuelto más frecuente en Europa. Basta recordar el atentado en Niza, el 14 de julio, o lo ocurrido en un mercado navideño de Berlín, en diciembre. Lo que, lamentablemente, hace pensar que es muy posible que hechos de este tipo se repitan.

Por otra parte, este ataque se produjo al día siguiente de que el Reino Unido se sumara a Estados Unidos en la prohibición de que pasajeros provenientes de países de Medio Oriente puedan llevar tablets y notebooks en la cabina. Y también coincidió con el primer aniversario de los atentados del 22 de marzo de 2016 en Bruselas. Este último punto no es una casualidad y seguramente Masood buscaba vincular ambos episodios con el objetivo de reforzar la sensación de que la amenaza terrorista sigue presente en toda Europa.

Todo lo anterior demuestra lo difícil que es, para cualquier país, enfrentar al terrorismo actual, sea este de corte islámico o no.  

En momentos en que el Reino Unido se apresta a iniciar su proceso de desvinculación de la Unión Europea, este acto terrorista seguramente intentará ser capitalizado por muchos que el año pasado apoyaron el Brexit y que creen que solo extremando los controles migratorios se pueden prevenir estos actos.

Pero Masood no era un inmigrante o refugiado que hubiese llegado al Reino Unido hace pocos meses. Muy por el contrario, había nacido en territorio británico hace 52 años. Una información importante que —al igual que en 2005— obligará a las autoridades británicas a investigar qué circunstancias (alienación, xenofobia, desempleo) gatillaron su decisión de cometer este acto de violencia. Y sobre todo, de qué manera neutralizar la influencia a distancia que grupos como el Estado Islámico tienen en Occidente a través de redes sociales y medios de comunicación digitales.

La sociedad británica es una de las más cosmopolitas y multiculturales del mundo. Un ejemplo de convivencia e integración que, por ejemplo, ha permitido que Londres tenga hoy a Sadiq Khan como el primer alcalde musulmán en la historia de esta capital.

Frente a la violencia intolerante del terrorismo, lo que corresponde es reforzar la convicción de que la democracia, el respeto a los Derechos Humanos y la tolerancia son las mejores armas contra el radicalismo islámico y cualquier otra expresión violentista. Algo que, sin duda, no se puede perder jamás.

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