La derecha alternativa en Chile




Una de las causas por las que Trump llegó a la Casa Blanca fue el aumento vertiginoso de los llamados Alt Right en EE.UU., acrónimo propio de la era informática para la derecha alternativa. Este movimiento es más ciudadano y horizontal, con exacerbado uso de las redes sociales para su comunicación política y directo en su argumento principal: los ciudadanos comunes y corrientes están hartos de Washington, Wall Street, las minorías y los impuestos.

En Chile, estos nuevos derechistas hace un tiempo que han agarrado vuelo. Basta pasearse por las redes sociales y se encontrarán afirmaciones alejadas de la corrección política que busca siempre la autodefinida centroderecha. En contraste, los derechistas ciudadanos escriben sin pudor que los problemas de Chile son porque hay demasiados derechos para los migrantes, delincuentes, políticos y gays. En contraste, para las personas que trabajan y cuidan a sus familias, sólo hay impuestos y reformas de todo tipo para destruir lo que han consolidado.

Pero al tema que más dedican tiempo y argumentos es a su tesis de que el país está en una crisis profunda debido al gobierno de Michelle Bachelet. Con sus lógicas simplistas de 140 caracteres, lo muestran sólo comparable al de Pol Pot en Camboya. Lo asombroso es que corresponden a personas educadas, que saben argumentar bien y que leen correctamente la cada vez mayor distancia entre los ciudadanos a pie y los políticos tradicionales. Por cierto, en estos grupos no es muy popular el ex Presidente Piñera, quien les parece demasiado democratacristiano y, sobre todo, demasiado agente de Bolsa. Este grupo valora el trabajo y la tierra, y no la ingeniería financiera.

Los Alt Right chilenos no solo se han difuminado con rapidez por las redes sociales. A diferencia de EE.UU., han encontrando espacios en los medios y en la agenda pública. Columnistas como Tere Marinovic, locutores radiales como Checho Hirane, activistas como Loreto Iturriaga, dirigentes gremiales como Juan Pablo Swett o filántropos como Lucy Ana Walton se han convertido en personas influyentes, que manejan hábilmente los argumentos, convierten estadísticas sesgadas en verdades y recurren a la libertad de expresión que suelen criticar cuando se sienten atacados.

En estas elecciones, José Antonio Kast  ha logrado representar a este mundo, que va más allá de la familia militar. Tiene soluciones simples para todo, y lo rodea la decencia, un patrimonio proveniente de las cecinas y no de la Bolsa, además de una familia exageradamente bien constituida. Se ha construido su propio muro cuando dijo que pensaba enviar militares a La Araucanía. También aprendió a recurrir a la posverdad en la contienda electoral, señalando con el dedo a Guillier al acusarlo de  vínculos con el narcotráfico en el proceso de recolección de sus firmas. La reacción dubitativa del oficialismo ante las revelaciones sobre el alcalde de San Ramón le dio a Kast un regalo sabroso para su media verdad.

La derecha mira con desdén a este nuevo mundo, pues lo sigue considerando marginal y cree que las grandes mayorías prefieren el centro. Piñera en la entrevista de ayer en este medio reflejó ese sentimiento diciéndoles que "los extremos siempre llevan a fatalidades".

Este error de tener demasiada fe en el teorema del votante de la mediana ya lo cometió la derecha en EE.UU. Desdeñarlos permite a los Alt Right decir que los políticos tradicionales, como el candidato de Chile Vamos, temen hablar con la verdad y en nombre de las personas comunes.

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