La izquierda y sus padres




No hay que desatender el proceso de reflexión que inicia la izquierda tras la derrota presidencial y parlamentaria. Este proceso irá definiendo no solo el tipo de oposición que enfrentará el gobierno del Presidente Piñera, sino que el mensaje que transmitirá la elite de izquierda a sus electores históricos y a los nuevos que intenta atraer.

Lo interesante es que una variante del mensaje de izquierda (el menos socialdemócrata) ya se ha ido articulando en los últimos años. Y su elaboración intelectual se ha tendido a imponer sobre otra izquierda que no ha sabido construir desde sus éxitos. Una buena forma de apreciarlo es un libro breve pero intenso; perfecto para, en el calor del verano, conocer los puntos cardinales del discurso de la izquierda que intenta imponer su hegemonía.

El libro es de LOM ediciones y se llama "Chile actual: crisis y debate desde las izquierdas". Lo edita Faride Zerán y escriben figuras nuevas (Boric) y antiguas (Arrate); políticos (Jadue) e intelectuales (Ruiz y Águila). Por cierto, no escribe ningún concertacionista ni menos algún DC. Todos abordan el futuro de la izquierda en ensayos cortos y con el único afán de trazar las líneas que debería seguir la izquierda en las próximas décadas.

De los trabajos pueden extraerse tres puntos cardinales para esta izquierda. El primero, que ya se ha instalado, es el lenguaje de los derechos sociales, esto es, la nueva utopía que supone que la prédica y consagración de derechos sociales (seguramente los veremos en el proyecto constitucional del gobierno) tiene un efecto transformador con independencia de la realidad. La abstracción de tal relato se acomoda al lenguaje utópico tan común en la historia de las izquierdas opositoras a la socialdemocracia; por eso pareciera que llegó para quedarse.

El segundo punto cardinal es una versión más sofisticada del discurso de la violencia. Ya nadie justifica la vía armada, como lo escuchamos en los sesenta, sino que ahora el discurso se construye desde la lógica amigo-enemigo. Así, nos dicen, el futuro de todos estaría limitado por la voluntad de otros que son los enemigos. Estos últimos no están equivocados; simplemente son los enemigos que hay que derrotar. No cabe duda que tal planteamiento proscribe los acuerdos, siembra el odio y polariza la política.

Y el último punto cardinal, de sobra conocido, es la profunda crítica a la transición y a la Concertación. Jadue dice que esos años fueron una "larga época marcada por la derrota" y Ruiz acusa a esos gobiernos de llevar "más lejos las herencias dictatoriales originales". Esa crítica, que atraviesa todos los artículos, me recuerda uno de los últimos libros de Héctor Aguilar Camín. En "Adiós a los padres" relata la historia con los suyos. Y ahí escribe que los padres "son nuestros dioses cotidianos, gigantescos en la primera edad, rutinarios en la intermedia, nuevamente esenciales al final de la vida". Es hora de que la izquierda de hoy decida en qué edad se encuentra a la hora de juzgar a los suyos.

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