La nueva izquierda




LA IZQUIERDA vive entre sueños y pesadillas. Sus principios abiertos y generosos coexisten a menudo con prácticas sectarias y excluyentes. Así ha sido en la historia del mundo. Chile no es la excepción.

La izquierda chilena ha sido un actor muy relevante en la construcción nacional. Las grandes conquistas sociales y democráticas llevan su impronta. Sin el aporte de las fuerzas de izquierda Chile sería aún más desigual y autoritario.

Pero, hay también un lado B. La izquierda ha sido actor protagónico de los dramas de Chile. La experiencia de la Unidad Popular terminó derrotada a sangre y fuego por sus adversarios. La izquierda fue víctima pero también responsable. Hoy día se venera como mártir a quien en su momento se denostó por reformista y vacilante. Amplios sectores de la izquierda, comenzando por el propio partido del Presidente, no entendieron la complejidad del proceso y negaron el respaldo necesario para evitar su naufragio.

La lucha en contra de la dictadura fue también terreno de agrias disputas. La izquierda revolucionaria, organizada en torno al MIR, interpretó el golpe como una derrota de las "fuerzas reformistas" que dejaba incólumes a las fuerzas que bregaban por la revolución. En base a este análisis el MIR buscó ponerse a la cabeza de la resistencia armada. El resultado fue dramático: centenares de militantes pagaron con sus vidas. El MIR fue exterminado. Años después, la dirección del Partido Comunista optaría también por la lucha armada. Fue una decisión atemporal, inconsistente con la trayectoria histórica del PC chileno, que tuvo efectos negativos sobre la lucha democrática de masas, que fue la orientación que en los hechos se impuso como estrategia dominante. Una acción convergente de las fuerzas de izquierda habría permitido seguramente una derrota más clara y decisiva del régimen militar.

Las divisiones que atravesaron a la izquierda durante los años de dictadura se mantuvieron a lo largo de la transición. La exclusión del Partido Comunista fue su expresión más clara. Pero no fue la única. Hubo también una izquierda social que quedó al margen, facilitando la desmovilización y la imposición de la hegemonía de las fuerzas más conservadoras al interior de la antigua Concertación.

Están surgiendo en la actualidad nuevas fuerzas que se reclaman de izquierda. Son el producto de las movilizaciones sociales más recientes en torno a causas amplias y nobles como educación pública de calidad y gratuita. Constituyen una esperanza allí donde el desgaste de las fuerzas tradicionales de la izquierda es más que evidente.

El desafío que enfrenta esta izquierda emergente es enorme. Se trata de superar la apatía y generar nuevos entusiasmos. Tarea especialmente difícil en tiempos de crisis y ruptura de los lazos entre la política y la sociedad.

El desfiladero por el que camina la nueva izquierda es estrecho. La tentación de hacer de la izquierda tradicional su principal adversario es grande, irresistible incluso para algunos. Allí donde se requiere una amplia ofensiva ideológica para renovar a la izquierda y transformarla en un actor gravitante, se puede terminar asistiendo a una lucha destructiva que termine lesionando el conjunto del proyecto progresista. Existieron en el pasado esfuerzos importantes para renovar a la izquierda. No prosperaron. Las condiciones han cambiado. Puede ser hoy día posible lo que ayer no lo fue. Para eso es fundamental, entre otras cosas, apuntar para el frente y no para el lado.

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