La tragedia del ARA "San Juan"




A pesar de que aún no se ha suspendido oficialmente la búsqueda del submarino ARA "San Juan" —desaparecido el pasado miércoles 15, mientras navegada entre Ushuaia y Mar del Plata— ni se ha encontrado alguna pieza perteneciente a él, la Armada argentina sí confirmó que hubo una explosión en el área en que había desaparecido la nave.

Esto, a partir de la información entregada por la Organización del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, que monitorea permanentemente grabaciones submarinas, y que detectó una "anomalía acústica" consistente con un estallido bajo el mar, solo tres horas después del último contacto del "San Juan". Precisamente, el momento en que reportaron problemas eléctricos a bordo.

Considerando que solo habría tenido oxígeno para siete días y que su casco puede resistir la presión hasta los 700 metros de profundidad, todo parece indicar que la Armada trasandina enfrenta su peor tragedia en tiempos de paz.

Diferentes autoridades políticas sostienen que este episodio demuestra la precariedad de las Fuerzas Armadas argentinas. Una situación que se extiende desde la década de 1980, específicamente tras la derrota en la Guerra de las Malvinas/Falkland, y que comprometió gravemente el prestigio militar de este país.

Un ejemplo de eso sería el hecho de que los posteriores gobiernos democráticos argentinos han priorizado otros sectores al momento de la asignación de presupuestos, dejando relegadas a las FF.AA. Un tema que paulatinamente ha ido afectando la dotación, la compra de equipamiento y su mantenimiento regular.

Sin ir más lejos, en el proyecto de presupuesto que presentó el Gobierno de Mauricio Macri para 2018, el 87% de ese monto está destinado a gastos de personal, mientras que apenas un 4,5% está considerado para mantenimiento y reparaciones.

El ARA "San Juan" era un submarino alemán que databa de 1985 y si bien había sido sometido a una "reparación de media vida" en 2008 —programada originalmente para 2005 y que duró siete años—, ya se hizo pública una filtración de agua y problemas con los planos en 2014, así como denuncias de irregularidades en la asignación de los contratos para mantenimiento.

Y aunque este es el episodio más grave —de este tipo— vivido por la Armada, no es el primero. En 2007 un incendio dejó casi inservible el rompehielos "Almirante Irízar", que recién volvió a navegar en septiembre de este año. Y en 2013, el destructor "Santísima Trinidad" se hundió amarrado al muelle en la base naval de Puerto Belgrano, por la rotura de una válvula; la nave permaneció tres años bajo el agua hasta que pudo ser reflotada, con la idea de convertirla en un museo.

Pero la tragedia también tiene una faceta comunicacional, en la medida que la información —que debía ser clara y oportuna— muchas veces ha resultado parcial e incluso contradictoria. Y la indignación de los familiares de los 44 tripulantes, precisamente, ha dado cuenta de eso.

Asimismo, se cuestiona el desempeño del Alto Mando naval, que delegó toda la comunicación sobre el destino del submarino en un simple vocero. Y por lo cual ya se habla de un "descabezamiento" de la Armada ordenado por la Presidencia.

¿Salpicará este episodio también la imagen de Mauricio Macri? Es muy posible, porque a pesar de haberse reunido con los familiares de los tripulantes durante los primeros días de búsqueda, así como con el Alto Mando de la Armada, ante una tragedia de estas proporciones todo se vuelve poco.

En ese contexto —teniendo presentes las múltiples diferencias—, resulta imposible no hacer comparaciones con el hundimiento del submarino nuclear "Kursk", en agosto de 2000, en el mar de Barents. Considerado como una de las joyas del poder naval ruso de la época, su desaparición también estuvo marcada por la confusión y la polémica.

¿Los hechos? Durante unos ejercicios navales, una explosión en el compartimiento de torpedos inutilizó al submarino, que tras precipitarse al fondo marino, sufrió un segundo estallido que acabó de inundarlo.

En ese entonces, Vladimir Putin fue fuertemente criticado por su demora en hacerse presente en la zona de la tragedia; por las versiones que aseguraban que había sobrevivientes, lo que después resultó falso; y por la sospecha de que la demora de Moscú en aceptar la ayuda internacional se debía al temor de que se conocieran ciertas tecnologías navales secretas.

Tragedias como la del ARA "San Juan" demuestran que los equipos más complejos también fallan y que por lo mismo exigen mantenimiento de manera regular, capacitación constante de sus operadores y que la rutina siempre atenta contra los protocolos de seguridad. Pero sobre todo, que lo importante son las vidas y, por lo mismo, "el manejo de crisis" debe tener siempre en el foco de su trabajo a las familias de los involucrados. Sobre todo, porque la incertidumbre y la falta de respuestas pueden ser aún más dolorosas que la misma muerte.

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