La trampa




AL SER proclamado candidato presidencial del PR, Alejandro Guillier dijo: "Me indigna la pandemia de la colusión. Me irrita la pasividad de las autoridades fiscalizadoras. El abuso campea en Chile". Y con aires de agitador de la lucha de clases, afirmó: "Me indigna la falta de decencia de quienes se hacen millonarios maltratando a nuestra gente". Propuso pagar lo que llamó deudas históricas con los profesores y el pueblo mapuche; criticó a las elites (aunque él integra la elite parlamentaria); y afirmó que el país necesita una ruptura como la de 1990 (¡para rupturas estamos!). Sobre educación, dijo: "Menos PISA, menos Simce y menos PSU, menos pruebas estandarizadas que distorsionan el proceso educativo. Más niños felices y creativos". O sea, menos exámenes y evaluaciones, quizas menos horas de clases, y así todos contentos.

Es la alternativa seudoprogresista surgida desde la TV, y a la que le basta con arrullar a los telespectadores. Es poco lo que hay detrás. El punto de partida es que el Estado ponga la plata. En otras palabras, viejo estatismo con nuevo envoltorio. De la generación de recursos no hay que preocuparse: de eso se encarga el Espíritu Santo.

En poco tiempo, Guillier se ha probado varios trajes: militante regionalista; independiente no-político; vocero de los movimientos ciudadanos; radical auténtico; izquierdista que cita a Marx; etc. Aunque ha sido un senador casi imperceptible, considera que está listo para ser Presidente. Los más sorprendidos son sus colegas de la TV, que lo conocen bien y saben que carece de los atributos requeridos.

Mareado por su rápido ascenso, actúa como si ya controlara los hilos del poder. Advirtió a la DC que si lleva candidato propio, no habrá lista parlamentaria única (la que le conviene al PR). Dijo también que si la DC se distancia de la NM, podría quebrarse como partido. Es notorio que ya se ve con la banda presidencial. Al igual que a González Videla, le gusta repartir abrazos.

Con rostro de derecha o de izquierda, el populismo es sobre todo una corriente oportunista. Su rasgo definitorio es la soltura de cuerpo en materia de principios (serán los que convengan). Tiende a fomentar los prejuicios de la población para simplificar la realidad, y apuntar luego contra algún enemigo escogido como culpable de todos los males. Ofrece soluciones fáciles, en realidad falsas, a las demandas de la gente.

Gobernar es una tarea compleja y exigente, y lo será especialmente en los próximos años debido a las dificultades económicas, la crisis de confianza y el deterioro de la política. Por desgracia, las cosas siempre pueden empeorar. Tal será el caso si gana terreno la demagogia.

En los próximos años, el país necesitará un verdadero liderazgo, no una simulación de liderazgo para las cámaras. Harán falta políticas públicas bien pensadas, que favorezcan la convergencia de los esfuerzos del Estado y del sector privado en una perspectiva de progreso sustentable, que articule la prosperidad y la solidaridad. Chile puede evitar el extravío.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.