La violencia contra los niños




En estos días la visita de Marta Santos, representante especial del Secretario General de Naciones Unidas sobre la violencia contra los niños, es sin duda una ocasión para reflexionar cómo la sociedad y el Estado en particular contribuyen a erradicar la violencia que les afecta. En un panel que compartimos en el contexto de un encuentro de la organización de Empresas Unidas por la Infancia, UPPI, se presentaron los avances legislativos del país en la materia. Sin embargo, parece necesario entender que el mismo Estado ejerce violencia contra la infancia,  al internar un niño en el Sistema de Protección sin contar con una oferta efectiva para reparar vínculos con la familia, la escuela y los amigos.

En medio de la evidencia dolorosa de las graves negligencias en el Sistema de Protección residencial, se ha constatado la incapacidad de dar una respuesta oportuna y completa a los niños que siguen al margen de elementos básicos para la restitución de sus derechos, donde la institucionalización, la falta de procesos de revinculación familiar constituyen en sí mismo una forma grave de violencia y de vulneración del derecho a vivir en familia. Estos mismos días hemos sido testigos de la falta de voluntad para avanzar con los recursos necesarios en soluciones urgentes que garanticen la salud física y mental de miles de niños cuyas vidas están en riesgo, en donde la red de protección social falló rotundamente, en que el acceso a la salud o a los mínimos derechos básicos es incluso peor que otros grupos de elevados niveles de exclusión social.

Chile es un país violento con nuestros niños. No solo la realidad de Sename lo ha dejado en evidencia; 3 de cada 4 niños han sufrido violencia en su entorno familiar  y 1 de ellos de forma física grave, se estima en 4 mil los que son explotados sexualmente y casi 200 mil trabajan con riesgo físico, emocional y altas tasas de deserción escolar.  Si miramos la realidad por comunas vemos que el  embarazo adolescente es 10 veces más alto en las comunas pobres, que en las con mayores recursos, lo mismo sucede en la disponibilidad de áreas verdes, donde nuestros niños debieran tener espacios para jugar y socializar. Sin embargo, viven en ghettos, en barrios donde los espacios se transforman en riesgos y el encierro forma parte de sus conductas protectoras.

La realidad de la pobreza es dura, pero ser niño es esas condiciones es aún más violento. Muchos niños crecerán sintiendo el peso de la exclusión, el rechazo en la escuela, el abandono en las casas, algunos buscarán en la droga la posibilidad de evadirse. En Chile el acceso a la salud mental para consumidores problemáticos es bajo, más aún para niños, en que sólo bajo la Ley Penal Adolescente hay algún espacio de priorización. Hoy cuando nos impactan las cifras de participación de niños y jóvenes en delitos violentos, debemos saber que en 1/3 de ellos la droga es la principal causa y en el 50% está presente. Si no intervenimos tempranamente, no sólo perpetuarán sus trayectorias delictivas, sino que serán cada vez  más violentas y dañinas. Los Narcos han entrado a las poblaciones, son la "Mano" de las familias, reclutan sus "Soldados" y ponen en sus manos los "Fierros" ( Armas) para defender su territorio. Sólo en la Región Metropolitana más de 600 mil compatriotas viven los efectos de esta estrategia delictiva que nos arrebata a nuestros hijos. La droga es hoy el reclutador y fidelizador más efectivo en la carrera delictiva de niños y adolescentes, a través de ella se crea una ilusión de pertenencia y de reconocimiento, por medio  del consumo y las nulas posibilidades de tratamiento, inexorablemente comienzan a delinquir cada vez más tempranamente, ya no a los 13, sino a los 11 años. Las conductas violentas se van desarrollando a partir de esta combinación de consumo y progresión delictiva. Por eso es  importante que la inacción frente a esta realidad, de nosotros como sociedad y del Estado, es también un ejercicio de violencia, de esa a la cual muchas veces están acostumbrados los niños en este espiral: La violencia del Abandono, la que cierra la puerta, la que los remite a los márgenes de la sociedad, la que construye en torno a ellos la ilusión de resolver punitivamente con cárceles y castigos, estigmatizando, sin hacerse cargo de los factores de exclusión social, sin rehabilitación, sin reinserción.

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