Las nuevas tecnologías – y la gestión del Estado en el siglo XXI




La semana pasada, el Chief Data Strategist worldwide de IBM, Steven Adler, visitó Chile para compartir lo que ha sido su experiencia con los datos del sector público. Su charla fue organizada por el GobLab de la UAI, IBM y por el Observatorio del Gasto Fiscal. ¿Cuál es la conexión entre la gobernanza de datos y el gasto público? Sea para evitar fraudes o para gestionar un gasto público eficaz y eficiente, es crucial recopilar datos del gasto en conjunto con información acerca de sus procesos, productos y servicios, así como de sus resultados obtenidos. Sin gobernanza integral de datos, no hay control sobre el gasto público.

En esta línea, el mensaje de Steven Adler fue claro: el uso adecuado y la publicación abierta de datos de la esfera pública logran reducir la pobreza, mejorar la gestión pública, combatir el cambio climático y acelerar el crecimiento de los países. Por el contrario, los gobiernos que mantienen sus datos en desorden o reserva –lo que a veces va de la mano- tienden a no utilizarlos tampoco, sino a basar sus decisiones en observaciones particulares. Eso es el caso de Chile.

Existe un problema principal en las políticas públicas que son observacionales y no data-driven. Después de décadas de investigación fue el psicólogo y experto en behavioral economics Daniel Kahneman quien mostró que la toma de decisiones de las personas está influida, mucho más de lo que quisiéramos, por el ambiente del momento. Somos actores ni siempre racionales ni siempre consecuentes, y según las circunstancias, tendemos a tomar decisiones equivocadas. Tampoco logramos entender la complejidad de las situaciones, por lo que nuestra comprensión del mundo consiste en un pequeño y no necesariamente representativo conjunto de observaciones

Las investigaciones de Kahneman están influyendo no solamente el diseño de políticas públicas –especialmente en el ámbito social- sino también están transformándose en un argumento poderoso para la incorporación de las nuevas tecnologías en el sector público, considerando particularmente que su uso sistemático permitirá la extracción de conocimiento desde grandes volúmenes de información que ninguna mente humana es capaz de procesar.

Aparte de su trabajo principal, Adler apoya como Chief Data Officer la ciudad de Medellín. Su objetivo es mostrar cómo el uso inteligente de datos puede revolucionar la gestión pública, en un territorio limitado. Una de las iniciativas que está impulsando es medir la contaminación del aire con 800 sensores, cuyos datos se cruzarán posteriormente con datos de ausentismo escolar, productividad laboral e indicadores y gastos del sector salud. La meta es determinar vía ciencia de datos cuánto daño económico es causado -y será causado- por la contaminación. Con esta información sobre la mesa, se podrán tomar decisiones más inteligentes acerca de su prevención y control.

Vía las nuevas tecnologías, se podrán recopilar y cruzar múltiples datos para entender de forma continua y predictiva fenómenos complejos que los actuales think tanks solo pueden abarcar vía estudios puntuales. Por ejemplo: ¿cuánto daño está causando la mala alimentación sobre nuestro sistema de salud? ¿Podría ser apropiado premiar anualmente a los ciudadanos que se alimentan bien? O, ¿sería económicamente recomendable para la sociedad pagarles a jóvenes desempleados, para enseñarles competencias laborales – tal como ya lo hace McKinsey en su programa "Generation"?

La tecnología actualmente disponible no solamente permite responder estas preguntas, rompiendo eventualmente paradigmas, sino también podría mejorar – y en algunos casos reemplazar- procesos enteros del sector público, por ejemplo vía el Blockchain. Esta tecnología podría cambiar la forma como los ciudadanos se relacionan con el Estado y revolucionar el proceso de fiscalización del gasto público, al permitir trazabilidad a todos los registros que se hacen en el sector público.

Ya hay varios países que están anunciando querer ser líderes mundiales en el uso de las nuevas tecnologías para su gestión; hay múltiples países y regiones que instalan Chief Data Officers en sus centros de Gobierno; también hay varios países de Latinoamérica que están avanzando para mejorar la gestión y rendición de cuentas de su gasto público. ¿Qué le falta a Chile? Pienso que es tiempo que empecemos a soñar en ser líderes mundiales tanto en la gobernanza de datos públicos, como en la gestión de un gasto público eficiente y trazable.

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